La actitud de cualquier contendiente en un debate es, a priori, evitar que le cojan desprevenido y que le envíen a la lona, como en el boxeo. Por eso no fue sorprendente que Zapatero y Rajoy se enzarzaran en un intercambio de golpes a muy poca distancia para, por un lado mellar al contrario y, por otro evitar sobre todo el riesgo del KO.
En unas cuantas ocasiones llegaron al cuerpo a cuerpo, donde Rajoy utilizó sus habituales golpes bajos (mentiras e insidias) como ha hecho durante toda la legislatura. No obstante, Zapatero lució más recursos, utilizó mejor los dos puños y tuvo mejor juego de piernas que Rajoy, que sólo utilizó el derechazo y no se movió de su rincón. Es decir, que Zapatero tocó más temas y los hilvanó mejor que Rajoy que no salía de sus letanías. Desde el punto de vista de imagen, Rajoy, por la forma de mirar, pareció más nervioso e inquieto que Zapatero, sobre todo porque recurrió muy frecuentemente a bajar la vista excesivamente para ver sus notas o para leer directamente, lo que le hizo aparecer inseguro. Zapatero estuvo más sereno, más versátil y más incisivo, y pilló a contrapié a Rajoy en varias ocasiones, sobre todo con el bonobús en el tema de las regulaciones de inmigrantes y en el asunto del trasvase del Ebro.
Ninguno sacó su programa a relucir y, por lo tanto, no mostraron sus ofertas para la próxima legislatura, seguramente porque los dos prefirieron dejarlo para el siguiente debate. El final lírico de Rajoy, con un cuento para niños, fue una cursilada muy poco digerible y en el post-debate el montaje de falso entusiasmo que hicieron en Génova fue impresentable y excesivamente forzado y poco creíble, sobre todo cuando ya todos los sondeos le daban como perdedor de 6 a 15 puntos. Esta manipulación pone de manifiesto la atadura torticera de la dirección del PP. Los socialistas fueron más normales arropando a su líder.
No ha habido sorpresas y el que Zapatero haya ganado por puntos este debate no deja de ser un aspecto más de la campaña, a la que le quedan bastantes días y un debate más. Las espadas, por lo tanto, siguen en alto.
Rajoy, a pesar de su derrota, ha estado aseado dentro de su estilo, pero como aspirante ha perdido una oportunidad de mostrarse más creativo e innovador que el titular y no lo ha conseguido.
Es difícil intuir los efectos del debate entre el electorado y, especialmente, entre los indecisos. No obstante, la audiencia de unos 13 millones de telespectadores es una cifra muy elevada, lo que da a entender que crecerá la participación el día 9 de marzo.