Las decisiones y medidas legislativas que Rajoy está tomando apuntan en una doble dirección: por una parte, recortes y más recortes para rebajar el déficit y cumplir con los objetivos de Merkel, que estrangulan aún más la economía, paralizan el consumo, rebajan calidad de derechos y reducen las pocas posibilidades de que el país salga adelante (cercenando el conocimiento, la investigación, la innovación y el impulso emprendedor). Esta fiebre conservadora que no consigue frenar la crisis debería comenzar, antes de que sea demasiado tarde, a plantearse otras alternativas económicas como las que le gritan numerosos economistas keynesianos. Si no se reacciona, ocurrirá como en el chiste, que se nos habrá muerto el burro cuando ya se había acostumbrado a no comer. Pese a la asfixia a la que Rajoy está sometiendo a España, al miedo que se ha instalado en nuestros cuerpos, al sombrío pesimismo que encontramos en cada tienda o cada bar (de los que aún no han cerrado el negocio), la prima de riesgo y el Ivex 35 siguen disparándose con las cifras más negativas de la historia. No, no funciona la austeridad sin estímulo, no funcionan los recortes presupuestarios asfixiantes, no da confianza ver a un país cuyo mercado productivo sigue estancado y el desempleo asciende sin parar, y Rajoy no transmite ninguna confianza ni credibilidad, consiguiendo en 100 días haber dilapidado la esperanza de los españoles y caer en picado en las encuestas.
Por otra parte, muchas de las medidas que se están tomando no responden a combatir la crisis económica, sino que aprovechando la gravedad de la situación y la preocupación de la gente, Rajoy y el PP están aprobando medidas involucionistas y retrógradas que no tienen parangón en Europa. Pasaremos de ser un país modélico en derechos, autonomía y dignidad individual al mayor retroceso en nuestra capacidad democrática: la ley del aborto, la reforma de la justicia, la desaparición de las medidas contra la violencia de género (de la que el PP no acepta ni el nombre), las reformas contra las manifestaciones y las protestas pacíficas (de las que ni Gandhi se hubiera salvado de ser arrestado por colaborador armado) son una grave muestra de que Rajoy y su Gobierno son profundamente retrógrados y ultraconservadorer. Pero la más grave de todas es la Reforma Laboral, a la que además se disfraza de “beneficiosa” para el país: ¿beneficioso bajar salarios, aumentar jornadas, despedir más barato, no pagar horas extras, abaratar el salario pagado por el conocimiento y la formación de los trabajadores? Una reforma además que no conseguirá crear empleo.
¿Por qué se hace? ¿Responde realmente a la situación de crisis o ésta es la excusa que permite retrotraer a España a inicios de los años 80?
Además, los palos, los ajustes, los recortes, las asfixias, la injusticia no se aplica de la misma manera. Mientras a los trabajadores se les recorta sueldos, aumenta jornada y abarata las condiciones laborales, se perdona el fraude de los estafadores (¿dónde están aquellas promesas de luchar contra el fraude fiscal?). Y esto no ha hecho más que empezar, como dice Rajoy, “seguiré tomando medidas hasta el verano”. Mañana llega el aumento de las tasas universitarias y el copago sanitario a los jubilados, que equivale más o menos “a cuatro cafetitos”.
El PP está sentando las bases para crear el Estado de Beneficencia, siguiendo el claro ejemplo de Gran Bretaña o las medidas tomadas por Sarkozy, es decir, Rajoy sigue la estela de los Gobiernos más conservadores de Europa. Y esto no tiene nada que ver con la crisis económica. Es una cuestión claramente ideológica.