Al convertirse la City londinense en plaza financiera global, también lo que se negociaba en ella pasó a ser referencia clave para todos los flujos de capital mundiales y para la valoración de las operaciones a las que esos flujos estaban destinados (préstamos, hipotecas, permutas, etcétera). Ese poder de referencia se concretó en un indicador financiero universal, cuando la Asociación Británica de Banqueros (BBA), decidió confeccionar un tipo de interés “director”, en base a la media diaria de los que mutuamente se exigían los miembros de un selectivo grupo de bancos nacionales y extranjeros. Ese indicador vino a llamarse LIBOR (London Interbank Offered Rate), y comenzó a funcionar en 1986. Su influencia ha sido y es tan grande que da escalofríos, pues rige un mercado diario que alcanza los 360 billones de dólares aproximadamente.

Por otra parte, un tipo de interés no intervenido tiene tres componentes: primero, un porcentaje por prestar la liquidez del dinero, que apenas varía, luego hay que añadir la inflación esperada, porque al prestamista le devuelven dinero con menor poder de compra, y finalmente, otro porcentaje que evalúa el riesgo de que lo prestado no se devuelva por la quiebra del deudor. Por lo tanto, los movimientos del componente de riesgo del LIBOR, son o deberían ser un buen indicador del “riesgo financiero global”.

Pues bien, ya en 2007 empezaron a menudear las sospechas de que el LIBOR no reflejaba la verdadera situación del mercado de crédito (recordemos que en verano de ese año los grandes bancos ya se negaron a prestarse dinero, porque no se creían los balances de sus contrapartidas), e incluso los medios especializados como el Wall Street Journal o Bloomberg se hicieron eco de posibles manipulaciones; sin embargo, sendas investigaciones llevadas a cabo por el Banco Internacional de Pagos (BIS), y por la Asociación Británica de Banqueros, certificaron que no habían detectado nada raro, de modo que transcurrido el año 2008 entre un torbellino de rumores, el tema se enterró. Pero tres años más tarde, en vista de la hecatombe que la quiebra de Lehman Brothers provocó, varias agencias gubernamentales reguladoras de los mercados financieros de un lado y otro del Atlántico, y también de Asia, han vuelto sobre la cuestión con el debido empeño y a estas alturas, parece ya probado que en los años previos al estallido de la burbuja de crédito y por largo tiempo, todos o algunos de los participantes en la determinación del LIBOR, lo rebajaron para camuflar el riesgo que escondían en sus balances. Al respecto, se espera un aluvión de reclamaciones judiciales.

Las consecuencias de haber ocultado así el riesgo sistémico en que incurría el Mundo han sido, son y serán tan devastadoras y globales en todos los ámbitos, aún sin mencionar millares de operaciones con productos financieros valoradas engañosamente, que sin titubeos me atrevo a calificar esa insensata conspiración como Delito de lesa Humanidad, aunque sé que es dudoso que algún día el Tribunal Penal Internacional se ocupe de este tipo de acciones delictivas. Otra más,…y las que vendrán.