Por primera vez, han sido necesarias dos votaciones para situar a José Bono en la presidencia de la Cámara. Los nacionalistas, a pesar de haberse beneficiado de la generosidad de Zapatero en el reparto de la Mesa en aras a mantener el principio de pluralidad, han mantenido sus reticencias hacia un político al que consideran demasiado “españolista”, argumento que, sin embargo, no ha servido para propiciar la abstención de los populares ni inclinar el voto de Rosa Díez. Sólo Llamazares, discrepando ya de su supuesto socio de Iniciativa, ha permitido con su voto que Bono superara la estricta suma de los disciplinados miembros del grupo socialista.
Si el ciudadano medio estuviera hoy más atento a estos juegos parlamentarios, tan del gusto de la familia político-mediática, que a las preocupantes noticias provenientes del campo de la economía, quedaría perplejo ante el distinto discurrir de las cosas en el Senado. En la Cámara Alta, allí donde el PP goza de mayor representación, no ha habido candidatura alternativa y Javier Rojo ha sido reelegido a la primera y con apoyos exteriores.
¿Nos explicarán las razones para haber apostado tan fuerte-y tan pronto-por José Bono? Seguro que existen.
Se entiende con mayor facilidad la estrategia adoptada por la dirección del PSOE respecto a la sesión de investidura del Presidente del Gobierno. Zapatero quiere tener las manos libres de pactos para gobernar autónomamente durantes los próximos cuatro años y poder intentar acuerdos con el principal partido de la oposición en los grandes temas como el terrorismo, la definitiva articulación territorial del Estado o la profundización de la crisis económica. A cambio de esa libertad de movimientos, parece que vale la pena renunciar al momento de gloria que supone alcanzar la investidura sin dificultades y con mayoría absoluta. Sobre todo cuando los que venían dibujándose como seguros socios, espoleados precisamente por su propia debilidad interna, parecen dispuestos a no renunciar a sus reivindicaciones maximalistas. ¿Puede inspirar confianza un PNV que es incapaz de secundar al PSE en su intento de presentar una moción de censura en Mondragón contra la alcaldesa de ANV que se negó a condenar el asesinato de Isaías Carrasco?
No va ser una legislatura cómoda. El nuevo Gobierno deberá preocuparse más por la crispación que surja en el seno de la sociedad como consecuencia de los problemas que afectan a su vida cotidiana, que por la crispación fabricada con palabras interesadas en el Parlamento o en los medios de comunicación. Importa más mantener la paz social en las calles y los centros de trabajo, como hasta ahora, que rebajar el tono en los debates.