Llevamos muchos meses leyendo a filósofos y pensadores que intentan despertar la conciencia ciudadana, desde el manifiesto “Indignaos” hasta el ensayo “Contra la indiferencia” (Joseph Ramoneda) o “Algo va mal” (Tony Judt), por citar algunos ejemplos. Y muchos estamos sorprendidos de la poca reacción frente a la crisis que vivimos, que no se pongan medidas y controles para que esta burbuja no vuelva a producirse y que salgan impunes los que manejaron los dineros con codicia.
Este movimiento señala varias cosas:
1) resulta muy difícil elevar la voz para protestar pues no hay espacios ciudadanos en las democracias que hemos desarrollado, donde cada vez nos alejamos más de la participación y convertimos al ciudadano en un simple espectador que emite su voto cada cuatro años (y si no lo hace mejor, porque la abstención beneficia al poder asentado, corruptos incluidos). Este movimiento no se hubiera producido en la transición porque todos respirábamos por cada uno de nuestros poros la conciencia política y social.
2) Cierto que la sociedad es compleja y la inmensa mayoría no desea participar en la vida orgánica de un partido político (tiene todo su derecho a esa elección), pero quienes quieren hacerlo, huyen horrorizados al ver que los partidos son maquinarias electorales, donde se impone una disciplina férrea, consignas de partido, y el papel del militante es un “palmero” para llenar actos electorales (a veces de líderes cuestionados política y moralmente).
3) No puede profundizarse en una democracia si sus principales instrumentos (los partidos políticos) no son democráticos ni en su funcionamiento interno ni en sus sistemas de elección ni en su capacidad de realizar debates políticos. ¿Cuántos debates políticos se realizan en los senos de los partidos que no sean shows de luz y color para salir un minuto en la televisión?
4) Los políticos han perdido la capacidad de razonar y argumentar. Tan obsesionados con el poder a costa de lo que sea, que el fin se ha superpuesto de forma tan maquiavélica que sorprendería al propio Maquiavelo. Se busca confundir permanentemente al elector incluso manipulando la verdad, ocultando datos o tergiversando la historia. Da igual decir blanco hoy y negro ayer, porque en política (como en la guerra) todo vale. Pero no es cierto: el todo vale en política genera escepticismo, frustración, desafección, falta de conexión entre los ciudadanos y los políticos, la permanente sensación de que “nos toman el pelo”, y no distinguir entre la verdad y la mentira. Ha calado el “todos son iguales”, principal problema de un sistema democrático. Por eso, la abstención aumenta convirtiéndose en el principal partido sin representación, lo que va consolidando cada vez más un bipartidismo político que genera resignación.
5) No se equivocan quienes dicen que es un movimiento progresista o de izquierdas, desencantados con el PSOE o con la izquierda política en general. ¡Claro que sí! ¿Dónde se ha visto a la derecha votante de Camps estar desencantada con la situación actual? No imagino a los jóvenes de NNGG manifestándose en la calle porque se limpie de corruptos las listas del PP.
Por eso, no debe equivocarse el PSOE. La defensa de las señas de identidad de una democracia participativa, del inconformismo ciudadano, de la defensa del Estado de Bienestar, de la indignación frente a los corruptos y especuladores, del desagrado con los funcionamientos orgánicos de los partidos políticos, la exigencia de querer más sociedad, la protesta pacífica en la calle contra unos sistema esclerótico proviene del progresismo.
No se trata de encauzar el movimiento ni de acallarlo. Simplemente de escucharlo. Los cambios a realizar se deben producir en el sistema político, en el funcionamiento de partidos, en la permisividad descarada de imputados y corruptos, en la separación entre ética y política, en la falta de asunción de responsabilidades, en la credibilidad y la coherencia. El ciudadano tiene derecho a gritar que las cosas no van bien, porque es cierto: ¡no van bien!
Y me importa poco que los voceros demagogos del PP intenten agitar banderas diciendo que es culpa del PSOE y de ZP, que el descontento está en la izquierda, y que la derecha es “la solución”. La solución que ellos ofrecen está en el voto ultraderechista que aumenta peligrosamente en Europa y que el PP acuna y mece descaradamente en los brazos de sus líderes.
Las risas o burlas del PP no empañará el sentimiento de alegría que siento al ver que la ciudadanía no está enferma, aunque el sistema lo esté, no es indiferente, aunque sea lo que se pretenda, no le gusta la política actual, aunque algunos sigan gritando que los votos eximen de responsabilidades políticas, morales o judiciales.
¡Estamos vivos!