Frente a la liberalización de los mercados financieros y las medidas impuestas a los Estados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) si estos querían acceder al crédito, la democracia, es decir, los Estados avanzados económica y socialmente con sistemas democráticos, no han actuado como debieran para ser el contrapeso de este fundamentalismo neoliberal global. Han permitido que el incremento de la riqueza no viniera acompañado del aumento de las políticas de protección social, que ellos mismos comenzaron a recortar en sus países.

Pero más grave aún, es que han consentido que los niveles de desigualdad hayan crecido en todo el planeta, hasta llegar a una situación donde en el siglo XXI hay 1.210 milmillonarios en el planeta que acumulan fortunas por valor de 4,5 billones de dólares, mientras las necesidades humanas básicas siguen estando sin cubrir para miles de millones de personas.

Los datos estremecen:

• Uno de cada cinco trabajadores y sus familias viven en la pobreza extrema (con menos de 1,25 dólares por persona al día).

• 1.530 millones de trabajadores se encuentran en situación de empleo vulnerable.

• Más de 1.000 millones de personas viven en chabolas.

• 1.400 millones de personas no tiene acceso a la electricidad.

• 884 millones de personas viven sin acceso al agua potable.

• 2.600 millones de personas no cuentan con ningún servicio de saneamiento.

• 925 millones de personas sufren hambre crónica en el mundo. Más personas que a principio de los años 70.

• 8,1 millones de niños menores de cinco años mueren de hambre en el mundo al año. 22.000 niños al día.

• 67 millones de niños en edad de asistir a la escuela primaria no lo hacen.

• Una de cada tres niñas contrae matrimonio antes de cumplir los 18 años, en el mundo en desarrollo y sin incluir China.

• La cifra mundial de personas infectadas por el VIH sigue creciendo y alcanzó los 33,3 millones en 2009, es decir, un 23% más que en 1999.

La conclusión es evidente, estamos en un modelo de sistema económico que no ha tenido ni tiene entre sus objetivos y prioridades ocuparse de cubrir las necesidades sociales básicas de la población. Lo que ocasiona que se esté produciendo una nueva dimensión de la desigualdad social, donde se pasa de la explotación a la exclusión social de cada vez más personas.

Esta falta de equidad hace insostenible el sistema económico actual si queremos plantear una sociedad global regida por los valores de la libertad, la igualdad, la justicia social y la sostenibilidad ambiental. Una sociedad que ponga en el centro de sus actuaciones a los ciudadanos y su bienestar.

Es necesario compatibilizar un nuevo modelo de globalización económica con la globalización de los derechos sociales. Y a los que plantean la imposibilidad de llevarlo a la práctica, hay que decirles que se podría hacer realidad mediante el establecimiento de unos niveles mínimos de protección social para todos los habitantes del planeta, que irían aumentando con los recursos provenientes, por ejemplo, del impuesto a las transacciones financieras.

Se puede hacer, si hay voluntad política de hacerlo, construyendo entre todos más y mejor democracia. Ánimo, solo hay que regular la globalización y crear derechos sociales globales.