Y para poder ganar es imprescindible sumar fuerzas y apoyos, empezando por el interior de los propios partidos políticos. Es obvio que los procesos de elecciones primarias tiene muchas virtudes, pero también generan roces, desencuentros y discrepancias, que algunos no saben tomar con sano espíritu democrático.

No hace mucho, cuando Hillary Clinton y Obama llevaron a un grado extremo su enfrentamiento en las elecciones primarias del Partido Demócrata norteamericano, algunos comentaristas de la especie “sabelotodo” auguraron una gran crisis en el Partido Demócrata, que les impediría ganar las elecciones. Sin embargo, Obama fue lo suficientemente inteligente como para integrar a Hillary Clinton en su equipo. Propuesta a la que la Señora Clinton respondió con no menos inteligencia y espíritu de leal colaboración. Y el resultado todos lo conocemos.

En España tenemos bastantes ejemplos de desencuentros y fragilidades causadas por los déficits de integración, pero también tenemos buenas muestras de lo contrario. Rafael Simancas, por ejemplo, en el Congreso en el que compitió por ser Secretario General del PSOE de Madrid, integró inmediatamente en su equipo al otro candidato (José Antonio Díaz), nada menos que como Vicesecretario General. Y después ambos han colaborado y colaboran en muchas iniciativas.

En aquellas ocasiones en las que las partes contendientes tienen respaldos muy parejos –como ha sido el caso de Madrid– resulta especialmente necesario contar con todos y estar dispuestos a sumar fuerzas. Por eso, ahora hay que esperar que la estrategia post-primarias discurra por una senda inteligentemente integradora, desde la lealtad y el reconocimiento a los liderazgos refrendados en las urnas, por muy estrechos que hayan sido los márgenes de la victoria.