Los Días Mundiales están bien para hacer buenos propósitos, para recordar qué nos queda pendiente por resolver, y para remover algo nuestras conciencias. La conmemoración de la Filosofía ha coincidido en una semana de premios para el filósofo Emilio Lledó, que ha recibido el Premio Nacional de las Letras, el Antonio de Sancha y el Premio Internacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña. Hace poco, Adela Cortina recibió también el Premio Nacional de Ensayo.
¿Significa que los filósofos están de moda y valoramos sus reflexiones?
Merecidos son los premios para estos pensadores críticos y comprometidos con su sociedad, que han convertido a la Filosofía en “la conciencia crítica de su tiempo”, como nos señala Emilio Lledó. El problema es que no sólo podemos quedarnos en los premios y reconocimientos, sino que necesitamos que la Filosofía se convierta en la “conciencia crítica de los ciudadanos”. ¿Cómo si no podremos dar respuesta a los problemas que actualmente tenemos?
Y no parece que sea la idea que lleva el ministro Wert ni tampoco la orientación que la sociedad europea, encallada y miope, está haciendo con la salida a la crisis.
En un momento donde vivimos desnortados, chapoteando entre casos de corrupción, rebajando derechos incluso con el peligro de subsistencia de muchas familias, aumentando la brecha de la desigualdad (España es el país europeo que más aumenta), replanteándonos problemas democráticos tan básicos como el sistema de representación, necesitamos de filósofos que piensen un paso más allá de las medidas cortoplacistas o los balbuceos de Rajoy.
Pero la Filosofía no interesa al sistema educativo, pensar no da dividendos rápidos en la bolsa, ni genera aumento del PIB como ocurre con la prostitución. ¿Cómo vamos a comparar los instintos biológicos con los pensamientos de altura?
A veces, los pensamientos de los filósofos son de gran sentido común; como dice Lledó, “hay que reivindicar la decencia como esqueleto de una sociedad sana”, o Adela Cortina señala que la “ética es rentable socialmente porque genera confianza”, algo que tanta falta hace en una sociedad como la caricatura de la que tenemos ahora. Pero hablar de filosofía y ética a los imputados de los numerosos casos desde la red Púnica al caso Bárcenas o la Gürtel debe despertar risa.
¿Y cómo lo entenderán los niños y niñas que en nuestro país encuentran problemas para realizar la comida diaria en condiciones? ¿Cómo se les hablará de ética a los chavales que no tienen beca de comedor porque hay recortes, que se rebajan los presupuestos en educación, o que se cierran guarderías infantiles públicas? ¿Y a los niños de las familias desahuciadas, o los que contemplan la angustia diaria de sus padres sin trabajo, o los que han aprendido de niños lo que significa perder la dignidad?
Y eso ocurre si miramos de puertas hacia adentro, aquí, en nuestro territorio patriótico, que tiene patas arriba el concepto de Estado y el derecho a la igualdad de todos los ciudadanos, vivan donde vivan. Porque si elevamos la mirada hacia otros lugares del planeta encontraremos los vertederos donde trabajan niños, los países paraíso para el sexo con menores, la hambruna, la violencia, el maltrato, o la locura fundamentalista que impide a las niñas estudiar y las convierte en esclavas sexuales.
Reproduzco la página de la Unesco: “Se cumplen 25 años desde que el mundo prometiera a los niños que haríamos todo lo posible para proteger y promover sus derechos a sobrevivir y prosperar, a aprender y crecer, para que se hagan oír y alcancen su pleno potencial. A pesar de los avances generales, la situación de muchos niños ha empeorado aún más. Antiguas y nuevas dificultades se han combinado para privar a muchos pequeños de sus derechos y de los beneficios del desarrollo”.
En septiembre de 2000, durante la Cumbre del Milenio, los líderes mundiales establecieron los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que incluyen reducir a la mitad la pobreza extrema, detener la propagación del VIH/SIDA y lograr la enseñanza primaria universal para el 2015. Pero en 2013, la ONU tuvo que instar a aquellos Estados Miembros que aún no habían ratificado la Convención sobre los Derechos del Niño y sus tres Protocolos Facultativos a hacerlo, ya que son acuerdos vitales para la protección de la infancia contra el abuso y el maltrato.
En fin, que todavía queda mucho por hacer, aparte de celebrar Días para recordar en nuestra agenda política que el camino es largo.
Hoy puede ser un día para respirar un poco, levantar la cabeza y darse cuenta que tenemos más problemas que Cataluyna y el Estado Español, aunque la incompetencia de nuestros gobernantes esté generando problemas donde debería utilizarse la lógica de la Filosofía: el diálogo.