1) Los Hermanos Musulmanes ganaron las elecciones con apenas un 51% frente al candidato militar. Una victoria ajustada y estrecha en una situación convulsa y extrema.

2) El Gobierno musulmán, pese a ser legítimo, no actúa bajo principios democráticos, sino bajo mandatos religiosos extremistas, anulando por tanto derechos de igualdad y libertad, principalmente contra la mujer, a la que no le otorgan el estatus de ciudadanía democrática. Alcanzar el Gobierno de forma democrática no garantiza por tanto que la gestión sea a su vez democrática.

3) De hecho, aprobó una Constitución de corte islámica, que ha sido origen, junto a la crisis económica, de las multitudinarias protestas. Una Constitución, alejada de los valores democráticos, que obtuvo un 64% de votos de tan solo un 35% de participación, puesto que la ciudadanía egipcia ya mostró su rechazo desde el principio.

4) Así pues, el Gobierno de los Hermanos Musulmanes ha utilizado su poder para imponer sus criterios extremistas, incluso contra la voluntad del pueblo.

5) Todo ello ha provocado las manifestaciones y protestas, a las que se ha sumado el Ejército, convirtiéndose en ¿garante? de la revolución popular y pone freno a un Gobierno de corte dictatorial. Se produce el golpe de Estado.

6) Se derriba a un Gobierno democrático que no actúa como tal, con un método claramente antidemocrático como un golpe de Estado que es apoyado por una gran parte de la ciudadanía, que gritan “Esto no es un golpe”, sino que lo entienden como la “liberación” frente al sometimiento del Gobierno.

¿Y ahora qué? Una vez más el Ejército actúa como salvador de las demandas populares, esta vez de forma activa. ¿Cuánto hay de legitimidad democrática en cada una de las acciones que Egipto está viviendo?

No obstante, y detrás de las acciones políticas y la falta de ética democrática de todos sus actores, subyace la principal razón y causa de estas revoluciones: la pobreza y la desigualdad provocadas por una crisis económica sin sentido. Nuevamente, para quienes llevan las “cuentas” mundiales y se dedican a ver cómo sube y baja la bolsa, vemos que resultará muy difícil que la Democracia tenga oportunidades de desarrollarse, si no se acompaña de condiciones económicas que garanticen derechos básicos, salud y educación, y unas condiciones de vida digna.

La Economía también es Política, y no ciencia exacta en manos de unos expertos, sino el factor determinante del progreso o del retroceso de los pueblos.

Y, mientras Egipto grita, sumando su voz popular a la de países como Brasil o Turquía, Europa sigue desconcertada con su papel de comparsa en el escenario mundial.

Lamentablemente, quien en su día fue brújula de derechos y principios democráticos, que, aún acumulando errores, estaba dispuesta a mejorar las relaciones entre Estados, entre gobiernos y entre ciudadanos, se ha quedado hoy absolutamente muda, ensimismada, antipática, desconfiada, recelosa, y sin saber qué decir o hacer. ¿Dónde estás Europa?