Pero de manera desordenada y desde muchos puntos de partida se ha abierto un debate sobre la perspectiva no de la consulta, sino de la independencia de Cataluña. La última aportación de la Señora Esperanza Aguirre, contrariamente a lo que acostumbra, tenia algunos puntos de sentido común. En este desorden pueden entrar estas lineas sobre la posible doble nacionalidad catalana y española.

En efecto, de cumplirse la anacrónica voluntad de los independentistas, ya no se puede hablar de la única voluntad del Señor Mas, Cataluña se encontraría, como mínimo, con un cuarenta por ciento de extranjeros en sus tierras. No habló de inmigrantes, habló de los que no aceptarán la independencia y seguirán considerandose españoles. Ciertamente los independentistas van a afirmar que todos serán acogidos con los brazos abiertos en el seno de la patria catalana y que si siguen afirmándose sujetos del Reino de España seguirán disfrutando de todos los derechos que actualmente tienen. Pero de seguro la mayoría, por convicción cuando no por rabia, seguirán siendo españoles. Para los catalanes esto puede ser una bomba de relojería y además puede plantearse la reorganización de las fuerzas políticas. Por ejemplo la creación de un PSOE en Cataluña. También se plantearía el derecho de voto de estos ciudadanos, siga o no siga Cataluña en la Unión Europea.

Tal aparente buena voluntad catalana podría verse contrariada por las Cortes españolas cuando estas decidieran que, ya que Cataluña ha decidido separarse de España, sus nacionales ya no pueden ser españoles ni ser asimilados en derechos a estos. Por lo tanto negarían la doble nacionalidad y los catalanes ubicados en España serían sencillamente extranjeros y en el mejor de los casos ciudadanos de la Unión Europea si esta alberga el nuevo Estado.

Desde luego todo esto huele a barbaridad. Pero cuando imperan nacionalismos o populismos las barbaridades suelen ser la norma y de los agravios presupuestos en el divorcio se pasa a la clara hostilidad después de la separación. Los que ganan abren los brazos para acoger en su posada, en la cual solo ellos mandan, y los que pierden cierran los puños a la espera de la ocasión de devolver la bofetada.

Esta forma de violencia no armada puede ser una realidad si se sigue el camino actual. En este camino repleto de acusaciones solo se oye una voz en Cataluña cuando parece que España se hace la sorda.

Al revés, podríamos soñar con un período durante el cual por una parte y por la otra se decidiera una tregua para hacer sencillamente el inventario de todo lo que los catalanes y el resto de los españoles tienen en común a diferencia de los demás europeos. Se podría aprovechar la ocasión para ampliar el dialogo a los Vascos.

De seguro en muchas familias nacionalistas catalanas o vascuences se encontrarían personas que tienen sus raíces en Albacete o en Extremadura, donde quizás todavía tienen familia. Quizás les parecería un tanto anómalo tener que ir a visitarlas con un pasaporte de Catalunya o de Euskadi, tenga o no tenga como subtitulo la Unión Europea.