El primer frente es el económico-social. Recorte tras recorte, reforma laboral tras reforma laboral, desmantelamiento de la sanidad y de la educación, esterilización de la investigación, desmoronamiento de los servicios públicos, persecución organizada de las víctimas de la burbuja inmobiliaria, con su política el Gobierno agrava a diario la crisis que sufre el país. Cuando Rajoy pide a gritos que Europa se lance a una política de crecimiento él organiza la recesión en su propio dominio. Los fracasos le dejan de piedra. La revelación de la inmensidad de la corrupción organizada en torno a su partido no le concierne. Gobierna con dos armas: proteger a los ricos y a las instituciones ricas como la Iglesia de cualquier participación solidaria con esfuerzo fiscal y utilizar la tozuda mayoría absoluta que posee en las Cortes. Alguien dijo que en democracia el pueblo se merece lo que votó. Pero de seguro no pensó nunca que ello podría valer en nuestra situación actual.
No puede uno extrañarse de que en tal situación los jóvenes huyan, cuando pueden, de España, no solo en busca de trabajo sino también por ansia de porvenir. Una palabra que parece borrada de nuestro vocabulario. Nuestra dichosa Ministra del Trabajo, digna de un Gobierno de los años sesenta, llama esta nueva emigración, no de peones y campesinos, sino de doctores, ingenieros, técnicos, científicos, universitarios, ” movilidad “. ¡Podía habérsele ocurrido llamar a esta huida “nueva movida”!. Volvemos al cruce de otros tiempos, el de los turistas y el de los emigrados, aunque ya no sean los de las maletas de cartón. A diario España se vacía de su escasa riqueza: su juventud. Los planos de nuestro empleo juvenil se forjan en Alemania y para Alemania.
Pero hay otro frente quizás más importante, porque nos retrotrae a la España que creíamos haber dejado atrás, la de los siglos pasados y del franquismo, la de la ideología nacional católica. Muerto Franco pensábamos haber construido una Transición modélica, envidiada en el mundo entero, una nueva forma de convivir en sociedad, inédita en nuestro país y adecuada a la Europa a la cual nos incorporábamos. Estábamos equivocados. Cuando menos lo necesita nuestro pobre país una derecha ruin -digna de la extrema derecha europea, que es lo que en realidad representa esta derecha en nuestra piel de toro- decide volver a los negros tiempos de la dictadura ideológica de la Iglesia. Para ello no dudan Gallardón y Wert en sacar leyes, de segura aprobación, en contra de la muy mayoritaria opinión pública. Por tales textos volvemos a tiempos antiguos, los de “Tiempos de Silencio” de Luis Martín Santos, y de “El jardín de los frailes” de Manuel Azaña. ¡El paro nos agobia, nos ahoga, entonces luchemos contra el aborto y en favor del catecismo obligatorio!
Lo que pensábamos resuelto de una vez por todas no lo está. Podemos volver por la gracia del PP y de la Iglesia a los años cuarenta cuando les dé la gana. Esto es lo que pueden pensar muchas personas en algunas nacionalidades de nuestro país. ¿Y sí para, de una vez por todas, resolver el dichoso problema de la influencia de la Iglesia en nuestros asuntos públicos, huyésemos de España? ¿Y para ello no sería lo mejor ser independientes de España? Son preguntas cuyas respuestas están a diario orientando nuestros desdichados gobernantes. Cada día que pasa, echan más leña al fuego de la independencia catalana, que podría ser además contagiosa. ¿Quién puede reprochar a un catalán pensar hoy que con levantar sus fronteras estará definitivamente protegido de las agresiones retrogradas del PP y de los Obispos, de la España negra?
Desde luego la huida no es la solución. La solución está en parar definitivamente los pies a quien se debe parar. Ya es hora que la oposición se reúna para articular conjuntamente una proposición seria y comprometida de implantación del laicismo en nuestro país. Ya no estamos en situación de avisar que se van a revisar los acuerdos con la Santa Sede y las ayudas a la Iglesia católica. Urge concretar la posición como un compromiso electoral de toda la oposición de izquierdas. No es por voluntad belicista. La iniciativa guerrera siempre la llevaron los dichosos obispos. Se les perdonó una vez, pero no debe haber otra. Y conste que esto nada tiene que ver con la verdadera fe.