Después de un ciclo de gobierno con resultados bastante brillantes, en determinados sectores del PSOE y de los grupos sociales y económicos afines no es extraño que se tenga la tentación de aceptar el envite y centrar la campaña en estos asuntos; lo cual permitiría soslayar la carga de negatividad conectada a cuestiones institucionales más delicadas.

Sin embargo, la aceptación de esta estrategia conlleva un riesgo notable por dos razones. En primer lugar, porque los electores no suelen votar por la gestión realizada, sino por los proyectos de futuro; y en el terreno económico la situación es bastante fluida. El cambio de tendencia y las perspectivas económicas de aquí a marzo pueden jugar una mala pasada a los que confían en exceso en el balance de los últimos años. De hecho, las últimas encuestas del CIS muestran que, en contraste con las valoraciones oficiales, entre la opinión pública en estos momentos no se están haciendo valoraciones tan positivas sobre la actual situación económica desde el punto de vista de las familias y de las perspectivas inmediatas de futuro. Posiblemente, algunas valoraciones críticas en este sentido son injustas, pero así es la opinión pública y desconocerlo puede ser suicida.

A su vez, los datos de las encuestas demuestran que donde el PP presenta valoraciones más ventajosas respecto al PSOE es, precisamente, en el campo de su capacidad de gestión de la economía, mientras que al PSOE se le considera más capacitado en políticas sociales. Por ello, aceptar el debate electoral primordial en el terreno económico es aceptar competir en el campo más favorable para el PP. Un campo, además, donde el PSOE tendrá que presentar alguna de sus caras y sus argumentos que tienen menos capacidad de tirón entre las franjas de electores de izquierdas donde mayores son las dudas sobre si votar o no votar por este partido.

Si la campaña se centra en cuestiones como la bajada de los impuestos, la mejora de la competitividad, la reducción de costes laborales, la reforma de las pensiones, el superávit presupuestario, etc., es harto probable que, al final, haya sorpresas en las urnas. De ahí, el interés en seguir el apoyo –y amplificación– que tales cuestiones merecen en determinados círculos económicos y comunicacionales. Ojo, pues, con algunos “amigos”.