Un segundo efecto, a corto plazo, ha sido permitir a Rajoy presentarse ante la opinión pública como un político positivo y con “sentido de Estado”. Los cambios en los mensajes, e incluso en su tono y en su indumentaria, apuntan en una dirección orientada a atraer a electores de centro-moderado, intentando capitalizar la nueva situación.

El fin del ciclo de crispación dura –esperemos que sea así– y el nuevo enfoque de “colaboración en asuntos de Estado” es previsible que sea utilizado para neutralizar el efecto de “miedo a un PP extremista” que estaba empezando a notarse en determinados sectores del electorado español. De hecho, las primeras Encuestas realizadas tras el anuncio del fin de la tregua muestran un acortamiento de las distancias de voto entre el PP y el PSOE, prefigurando una situación de práctico empate técnico, con datos que se sitúan en los márgenes teóricos de error propios de Encuestas como las que se están realizando.

Si el Tribunal Constitucional se pronuncia sobre alguno de los recursos presentados en torno al Estatuto de Cataluña antes de las próximas elecciones generales, habrá que ver qué inflexiones se pueden producir –y con qué efectos políticos– en el segundo gran tema de confrontación que el PP ha venido utilizando para intentar desgastar al PSOE.