El problema no es sólo que los cántabros se vayan a quedar sin la conexión lógica en AVE con Madrid, vía Valladolid y Palencia, sino la manera en la que se puede producir la yugulación de una expectativa, las alternativas que se plantean y las reacciones que se suscitan.

Desde luego, todo el mundo es consciente de que, cuando se deben realizar ajustes, hay que estar dispuestos a contribuir a los ahorros con realismo y buena voluntad colaboradora. Además los momentos de crisis también pueden ser aprovechados para plantear algunos ajustes y racionalizaciones del gasto y la inversión que en sí mismo pueden ser positivos.

He de confesar que personalmente no sé si soy suficientemente imparcial a la hora de valorar esta situación concreta, pero al menos sí me parece que en supuestos como éste hay algunas cosas que se podrían formular y planificar mejor y más racionalmente. Por ejemplo, una vez planteada la conexión lógica y natural por AVE de Cantabria con Madrid, a través de la obra ya realizada con Valladolid y vía Palencia, la conexión alternativa a través de Bilbao parece un poco de broma. La propia idea de conectar Santander con Bilbao con un tren de alta velocidad en principio es un dispendio. La distancia entre ambas ciudades –100 km.– y la existencia de una buena autovía hace totalmente prescindible esta obra, ya que cualquiera puede desplazarse actualmente entre una y otra ciudad en menos de una hora, en coche o en autobús. Además, también existe una conexión por ferrocarril de vía estrecha. Por eso, tal proyecto, propio de una época de excesiva euforia inversora, más parece un chiste de nuevos ricos que quieren ir a sus casas de la playa en Cantabria en un metro que se desplaza a más de 250 km. por hora. Además, la orografía de la zona montañoso-costera hace que este tipo de obra tenga unos costes que no son precisamente bajos.

De ahí la perplejidad que ha causado –no sólo entre los cántabros– que la conexión por AVE entre Madrid y Santander sea planteada a través de Bilbao. Es decir, forzando una vuelta tremenda y obligando a realizar un quiebro del trayecto en ángulo recto, a lo que se añade una suma de más de 100 km. adicionales de distancia. Esto sí que parece un chiste, no de nuevos ricos, sino de Gila. ¿Para qué se quiere una alta velocidad ferroviaria que añade una cuarta parte más de kilómetros a la distancia entre dos ciudades?

Hay que esperar que ejemplos como este nos sirvan a todos para poner los pies en el suelo y planificar obras públicas con un mayor realismo y sentido de racionalidad en el empleo de unos recursos públicos que siempre serán limitados, y que hay que utilizar aquilatando bien los costes y los beneficios posibles. En el caso de los trenes de alta velocidad se trata de un medio de transporte que tiene escaso sentido para trayectos cortos (tipo Santander-Bilbao). Y, además, no se entenderían bien sus altos costes si no se añaden ventajas comparativas en la comunicación (en tiempo, costes y poblaciones enlazadas).

Por eso en este caso lo más racional –si hay recursos para ello– son vías que enlacen a más poblaciones (en este caso también Valladolid y Palencia), siguiendo los recorridos más cortos sobre el terreno, en entornos orográficos donde las inversiones sean menos costosas, como es el caso del recorrido (más plano) entre Valladolid-Palencia-Reinosa.

¿Por qué no se impone, pues, el sentido común y los criterios de racionalidad-costes-beneficios en casos como éste? De ahí que sea comprensible la irritación del Presidente de Cantabria (y de casi todos los cántabros) que, desde luego, saben que en estos momentos no pueden tener una doble vía de conexión con AVE a Madrid, pero que no entienden que la “solución” que se ofrezca ahora sea dar unas cuantas vueltas y revueltas, alargando de facto una distancia en kilómetros al tiempo que se intenta acortar en velocidad.

Otra cosa, claro está, es que cuando toca apretarse el cinturón haya que estar dispuestos a ser realistas en los plazos y las posibilidades. Eso sí, para todos igual, no vayamos a crear unos problemas políticos adicionales a los recortes.