En estos días, se han ido acumulando las informaciones que daban cuenta de que en el aeropuerto de Barajas sólo se disponía de una máquina quitanieves para limpiar las pistas y al final fue necesario recurrir al Ejército, después de varias horas en las que el aeropuerto permaneció totalmente cerrado.

El problema es que la sensación de caos que todo esto produce se ha multiplicado de puertas adentro del aeropuerto, con una pésima gestión de la situación de emergencia, con miles de pasajeros desatendidos, con personas que han tenido que hacer colas durante varias horas para ser informados de sus posibilidades y con un rifirrafe de descalificaciones e inculpaciones cruzadas entre distintos responsables políticos. Es decir, peor imposible.

No hay que despreciar efectos que todo esto puede tener para un país que es la segunda potencia turística del mundo, y que necesita de crédito en su capacidad de gestión y de una buena imagen sobre el funcionamiento de sus infraestructuras de comunicación, por no mencionar las propias exigencias y derechos que tienen sus ciudadanos y usuarios a ser tratados con el respeto y la diligencia que se merecen.

La disculpa de una nevada no bien prevista no puede ser utilizada. Ya se ha hecho varias veces para justificar problemas circulatorios graves y no se puede seguir repitiendo. Hay bastantes países en el mundo donde las nevadas son mucho más copiosas y frecuentes y donde no se generan tales situaciones de caos y falta de diligencia. Estamos, pues, ante una situación que requiere análisis más serios y previsiones de respuestas más eficientes.