Pero, creo que beneficiaría de manera central a España y a sus perspectivas de evolución política. Lo cual me parece primordial. Primordial en sí, y primordial en lo que se refiere a la necesidad urgente de recuperar la óptica del “interés general” en los debates políticos que se están realizando. Y, debe entenderse, que cuando hablamos del interés general hay que considerar no sólo los aspectos de buena funcionalidad política (con posibilidad de gobiernos estables, asentamiento de valores políticos de convivencia, competencia democrática civilizada, etc.), sino también todos aquellos objetivos de desarrollo económico sostenible y de armonización social equilibrada, que permitan avanzar en la prosperidad de España como conjunto, y en la mejora de los niveles de bienestar social y de calidad de vida de todos los ciudadanos, sin olvidar los grandes retos futuros que conciernen al desarrollo de la Unión Europea y a cuestiones cruciales a medio plazo, como la energética, la educación, la innovación científica y tecnológica, etc.

¿Qué papel podría desempeñar un eventual partido de centro en España en esta perspectiva? Posiblemente un papel bastante importante si dicho hipotético partido acierta a presentarse no sólo como una opción de “oportunidad” –para llenar el hueco del “centro” sociológico–, sino como una opción al servicio del interés general. Es decir, si el centro político juega a fondo la carta del interés general, muchos españoles –bastantes más que sus posibles votantes iniciales– apreciarán positivamente el papel que podría desempeñar una formación política de esta naturaleza en varias cuestiones de interés general. De esta manera, un partido de centro podría presentarse como el principal vehiculizador de objetivos políticos que empiezan a ser muy demandados por sectores amplios de la población: por ejemplo, acabar con los climas de crispación y bipolarización extrema y establecer espacios razonables de consenso en asuntos de interés estratégico para el futuro de España. Algunos españoles piensan, en este sentido, que un partido de centro en estos momentos podría contribuir muy positivamente a la estabilización y el desarrollo equilibrador de la democracia. Lo cual es nuevo en el panorama político español y, en cierto modo, nos retrotrae a los tiempos en los que la extinta UCD desempeñó un papel central en este sentido. Papel que, objetivamente, se desdibujó y dejó de tener capacidad de atracción electoral una vez que se aprobó la Constitución de 1978 y que el PSOE se configuró como una opción de gobierno razonable y verosímil. Pero ahora parece que se están abriendo nuevamente los riesgos de inestabilidad y las incertidumbres ante el futuro. De ahí que algunos de los líderes más apocalípticos del PP se estén convirtiendo, precisamente –y sin quererlo–, en los máximos propiciadores de la “demanda” ciudadana de un centro político distinto y más razonable y equilibrador en España.