La ley de Igualdad no ha conseguido por segunda vez -las elecciones de 2008 fueron las primeras en las que se aplicó en las candidaturas- llevar más mujeres al hemiciclo. En 2004, la última convocatoria sin que la paridad (no menos del 40% ni más del 60% para cada sexo) fuera obligatoria en las listas, se sentaron 125 mujeres en los escaños. Desde entonces, las féminas han perdido un puesto.
La razón principal es que los partidos se las han ingeniado para que los hombres coparan los puestos de salida de las listas. De las dos formaciones mayoritarias, el PSOE presentó a 19 mujeres como cabeza de lista en las 52 provincias y el PP a 15. Izquierda Unida sólo a siete.
La consecuencia es que de las 124 diputadas que asumirán el acto el próximo mes, solo 39 eran cabeza de lista en sus candidaturas. Y, a partir de ese puesto, las mujeres quedaron también relegadas a puestos de difícil salida. Un ejemplo: en Alicante, donde la ministra de Sanidad en funciones, Leire Pajín, fue número uno del PSOE, este partido ha conseguido cuatro diputados. Pero, de ellos, solo Pajín es mujer, porque del 2 al 4 de la lista todos eran hombres. En la misma provincia, el PP ha sacado ocho escaños: de ellos solo tres son mujeres y eso no incluye al número uno, el exministro Federico Trillo.
O, por ejemplo, el País Vasco, donde de los 18 diputados en juego, solo hay dos mujeres. Serán las dos únicas diputadas de Amaiur y del PNV.
El resultado global de las elecciones también ha afectado a las mujeres. Al perder representación el PSOE, que llevaba más mujeres en puestos de salida, son también ellas las más afectadas. Mientras el PSOE ha perdido 29 mujeres, los populares han sumado 23, seis menos. Los socialistas han perdido 59 escaños. Y de las 71 diputadas que había en la legislatura que acaba de terminar se pasa a 42, algo más de la mitad.