No voy a ser muy novedosa respecto a lo que, de forma prácticamente unánime, han reflejado todos los medios de comunicación tanto en titulares como en esas magníficas viñetas que recogen con humor y acidez lo que nos cuesta tantas letras.
El Presidente sorprendió porque actuó como debe hacerlo un Presidente. Estamos en una época de grave crisis y Zapatero planteó un debate de medidas, propuestas, acciones, inversiones para salir adelante. Su primera intervención fue perfecta. Sin acusaciones ni rencores, planteó un proyecto al cual podía haberse adherido la oposición si no estuviera pensando en intereses más próximos a sus formaciones políticas que al interés de España.
Rajoy se equivocó. Su propio grupo parlamentario dice que se “sorprendieron” ante las medidas planteadas por Zapatero. Medidas serias, elaboradas, estudiadas, algunas incluso, dice el PP, que ellos ya lo decían. Pero fueron incapaces de reaccionar. No hubo cintura ni grandeza política. Rajoy salió a embestir. Como siempre y con el mismo estilo de siempre. El PP en la oposición actúa exactamente igual: crispando continuamente y negando hasta lo evidente. Rajoy, con un equipo nuevo, utilizó los métodos viejos.
Si realmente le hubiera importado España, si realmente hubiera querido actuar como un posible Presidente, si realmente quisiera modificar el currículum visceral y agresivo del PP, hubiera recogido el guante. Hubiera hecho sus críticas, con todas sus razones que para ello está legitimado, pero hubiera valorado las propuestas y se hubiera sumado a aquéllas que considerara válidas. ¿Ninguna le parece adecuada a Rajoy? Ésa es la primera mentira del líder de la oposición. Pero su estrategia le impide aceptar algo que venga de la mano de Zapatero. Y se equivocó.
Rajoy no tuvo reacción. No dijo nada nuevo. Fue un debate bronco, agrio y tenso. El PP perdió la oportunidad de presentar alguna propuesta, de consensuar alguna otra, de cambiar de estilo y demostrar que tiene altura de miras. Pero Rajoy sólo piensa en que cuanto más desgaste al gobierno más posibilidades de supervivencia tiene él mismo. Ahora, la meta está puesta en las europeas. Si el PSOE las pierde, Mariano podrá respirar un poquito más dentro de su organización; habrá ganado unos días de tregua dentro del martirio interno que vive desde que perdió las elecciones generales por segunda vez. Rajoy no pensó ayer en el conjunto de España; sólo pensó en él. Su estrategia personal de salvación dentro de un partido en el que tiene más enemigos que amigos no le ha dado ningún reconocimiento ni mediático ni social, ni siquiera ha contentado a sus afines que murmuraban entre pasillos su descontento.
Los nacionalistas no están en sus mejores momentos. El PNV demostró lo mal que se encuentra en la oposición autonómica. Si no gobierna, no ayuda al gobierno central. Su enfado tiene consecuencias. Pero en democracia no hay intercambios de poderes. Una actitud poco honesta con los ciudadanos vascos y españoles. El parlamentario de CIU, como también es habitual, mostró otro estilo. Supo alabar y felicitar pero también discrepar. No está su formación política para dar muchos balones de oxígeno al gobierno cuando la financiación autonómica está en juego y cuando además han perdido en el camino a un gran referente como Ignasi Guardans incorporado al Ministerio de Cultura. No obstante, CIU supo navegar entre la razón política y la razón estratégica.
IU tiene otros problemas. Necesita espacio. Es verdad que el bipartidismo cada vez es más feroz y no hay rendijas para encontrar público. IU necesita ir a unas elecciones europeas desmarcándose de unas propuestas socialistas que merecerían su aprobación. ¿O acaso no fue valiente Zapatero al plantear un cambio en el modelo productivo? Salir de la crisis no se hará volviendo al punto inicial que nos condujo a esta situación y que marcó la política neoliberal del PP: ladrillo, especulación e hipotecas. Zapatero quiere aprovechar la crisis y cambiar el modelo apostando además por la sostenibilidad económica, medioambiental y social. Por eso, lo único que le queda a IU es decir “sí, pero insuficiente. Y dos huevos duros”.
Zapatero ha tomado de nuevo la iniciativa que parecía haber perdido: el cambio de gobierno y el debate de la Nación dan prueba de ello. Que no baje la guardia, que no se confíe, que no sobrevuele, que ponga los pies en el suelo y escuche a la calle. Que se proteja del mal que aqueja siempre a los grandes y buenos Presidentes: Moncloa absorbe tanto que aleja de la cotidianidad de los mortales.