Todos tenemos grabadas las imágenes de las celebraciones posteriores, y dentro de ellas se han dando muchos ejemplos de lo que somos como sociedad. El primer ejemplo que hemos dado a la sociedad y al mundo es que hay una manera positiva, festiva y alegre de celebrar el triunfo, sin necesidad de insultar o despreciar al rival, eliminando el racismo en todas sus manifestaciones y construyendo nuevos símbolos de entendimiento a través del deporte, la camiseta, la bandera.
En todo espectáculo deportivo, y más en el fútbol, encontramos los valores y los contravalores de la sociedad actual: trabajo, fiesta, amistad, identificación, pero también violencia, fanatismo y xenofobia. Los españoles hemos decidido promocionar los valores positivos del deporte, primero en el terreno de juego y luego en nuestras calles.¿ cuáles son? Pues el juego limpio, la humildad, el trabajo, la participación y la fraternidad de todos y entre todos, hasta los que ya no están, como pudimos ver con gestos como los de Iniesta y Sergio Ramos. Y esto es muy importante, porque hemos desterrado el lado oscuro del deporte, los valores negativos que tienen que ver con la violencia, el insulto, el racismo, la intolerancia, la discriminación y el fanatismo, pero también la magnificación y dramatismo de la derrota. Y lo hemos hecho primero en cada uno de los encuentros de nuestra selección nacional en situaciones complicadas, y gracias a ello, luego han sido trasladados a la respuesta espontánea en la celebración.
Lo trascendente es que se ha lanzado un mensaje que supone un punto de inflexión si lo mantenemos en el tiempo: el deporte en general, y en fútbol en particular, son potentes instrumentos para educar y enseñar tolerancia, esfuerzo, solidaridad, en definitiva, convivencia e integración social. Lo importante son estas señas de identidad y no la victoria a cualquier precio, por encima de todo. Esta actitud es básica para trasladarla al deporte base. El respeto al contrario, el sacrificio, el compañerismo te llevan al éxito, que no siempre es la victoria.
El segundo ejemplo es la socialización de los nuevos españoles que ha supuesto este triunfo. Miles de ciudadanos que han venido a España a buscar un futuro y una vida mejor vibraban y celebraban, en comunión con los nacidos aquí, cada acontecimiento en los partidos y las celebraciones posteriores. Que el deporte interfiere en nuestra vida cotidiana es evidente, como también lo es que el fútbol es el fenómeno más popular de nuestro tiempo. Por ese motivo, es tan importante la dimensión educativa, ya que se ha convertido en uno de los factores de socialización más importantes, junto con la familia y la escuela, y constituye un elemento clave de identificación social de muchos ciudadanos
La inmigración es uno de los retos más importantes al que nos enfrentamos como sociedad. La llegada a nuestros pueblos y ciudades de población de distintos orígenes y culturas ha provocado cambios de tipo demográfico, socio-económico, político y cultural. Y aquí, en una sociedad donde la diversidad es la norma, la educación, y en concreto la educación a través del deporte, es un camino rápido y eficaz hacia una sociedad tolerante, comprensiva y solidaria, que facilita la integración de los inmigrantes y la conservación de sus raíces culturales. Por ello, hay que combatir el riesgo de exclusión que sufren los inmigrantes en la práctica deportiva.
El éxito de la selección de fútbol se ha convertido en una auténtica demostración social de identificación popular con España, con sus valores de libertad e igualdad. Pero hay que dar un paso más. El deporte es un derecho y debe ser considerado como un servicio público, como un instrumento para la convivencia que puede evitar la exclusión social y favorecer la integración de todos los ciudadanos.
La práctica deportiva es una escuela de aprendizaje de valores unidos profundamente al concepto de ciudadanía, valores como el respeto a la diversidad, la cooperación, el trabajo en grupo, la igualdad, la solidaridad; es eficaz en la prevención de conductas de riesgo; es un elemento integrador de colectivos con dificultades; es un medio de formación integral de desarrollo de las capacidades potenciales de cada persona. Nos permite aprender a vivir en sociedad, a comunicarnos y a adaptarnos cultural y vitalmente, a través del juego y en compañía de otras personas.
El carácter formativo del deporte se demuestra en su práctica. Conseguir que los niños y jóvenes en general, y aquéllos con problemas de integración social en particular, se pongan en contacto con otros jóvenes, asuman la disciplina deportiva, se comprometan en horarios y responsabilidades, interioricen hábitos saludables y conozcan otros ambientes, son aspectos educativos que se manifiestan en la práctica deportiva diaria y que se trasladan a la vida cotidiana.
Y aquí las familias son claves, frente a padres energúmenos que ven en sus hijos futuras estrellas y los presionan sin descanso y muestran comportamientos vergonzantes en los entrenamientos y en las gradas, es necesaria la colaboración de las familias para establecer los límites adecuados que impidan desvirtuar la práctica deportiva y su capacidad de integración. Los niños tienen que saber que en el deporte es más importante formar ciudadanos sanos, felices y que participan independientemente de sus cualidades físicas, que ser ídolos deportivos. Hablamos de una concepción del deporte más proclive a la participación que a la competición sin desterrar esta última. Hablamos de desterrar la presión ganador versus perdedor olvidando el “resultadismo”. Hablamos de impulsar una practica del deporte recreativa, saludable, integradora e igualitaria.
Junto a las familias es básica la corresponsabilidad de todas las instituciones, porque en ocasiones el mal ejemplo familiar también se reproduce en los colegios. Los poderes públicos tienen la obligación de conseguir en nuestra sociedad los más altos parámetros de libertad e igualdad para los ciudadanos. Para ello, una de las herramientas con las que cuentan es el deporte por su capacidad de integración.
Los poderes públicos y la sociedad civil tienen que trabajar conjuntamente para que la actividad deportiva sea accesible a todas las personas, porque hoy en día el papel del deporte como socializador de niños y jóvenes no es homogéneo, sino que hay muchas diferencias dependiendo del nivel socioeconómico y cultural. Los valores educativos del deporte (espíritu de equipo, disciplina, sentido del esfuerzo y amistad, convivencia, tolerancia y respeto) deben partir de la no exclusión ni por condición social, raza, nivel o sexo.
Es evidente que todo esto sólo es posible desde el compromiso firme de una política seria de gestión, planificación y desarrollo público. De otra forma no se asegura una respuesta de calidad, igualitaria, de acceso universal, sin discriminación de ningún tipo, y que vaya dirigida a reconocer que la práctica del deporte no es otra cosa que un derecho.
Madrid fue Olímpica en las celebraciones, porque mostró al mundo como establece la carta olímpica un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo, la comprensión mutua, la integración y el juego limpio. Pero también normalizó, en una sociedad como la nuestra muy proclive a las divisiones estériles, la utilización de los símbolos nacionales, es decir, la bandera de España, como algo de todos, como algo que nos une en la alegría de ser campeones del mundo.