En nuestro país, la desesperación ante una crisis económica que debilitaba la estabilidad laboral y las condiciones de vida de muchos españoles, contribuyó a generar apatía. El resultado: ciudadanos que olvidaron su derecho y su obligación de votar. La consecuencia: un Gobierno que llegó al poder –en las votaciones con mayor abstención de la historia de la Democracia— prometiendo sacarnos de la crisis.

Desde entonces han pasado algo más de mil días. La suma de promesas incumplidas y la reiteración de proyectos con aroma a pasado, lejos de devolver la confianza en el sistemaha fomentado la incredulidad y el descreimiento. Cada vez es más la gente que dice no confiar en la política ni en los políticos, y reclama caras nuevas, nuevos aires y nuevos proyectos. La tentación más inmediata –y el riesgo— surge de la mano de los populismos. Cargados de soluciones inmediatas, minimizan la complejidad de los problemas y proponen cambios radicales con un lenguaje próximo al sufrimiento de los que se sienten que están siendo excluidos del sistema. El peligro más inminente es fruto de la evidencia: ni existen soluciones mágicas, ni los problemas están exentos de complejidad.

En este escenario casi caótico de sentimientos, emociones y pasiones enfrentadas, intenta sobrevivir la democracia, fiel al espíritu y a los fundamentos que la definen. No lo tiene fácil. Estamos en una época donde el poder de los Estados es limitado y son los grandes Bancos los que mueven ficha para salvar al mundo del caos que producen las fracturas financieras. Es lo que pasó en el 2008, cuando la crisis de las hipotecas subprime y la caída de Lehman Brothers llevaron al mundo al borde de la quiebra, siendo salvado por un gran pacto de los Bancos centrales de los diversos países del mundo, ante el desconcierto de ajenos y propios. Un punto de inflexión que ha marcado un antes y un después en la forma de hacer política. La tecnocracia ha ganado puntos frente al político de a pie, lo que nos deja como única opción para reaccionar, apostar por fórmulas que garanticen los Estados de Bienestar y que busquen mantener como pilares fundamentales y universales aspectos básicos como la educación y la sanidad, y hacerlo más allá de cuentas de resultados. Mientras, los gurús economicistas juegan a defender un crecimiento que, lejos de valorar las ventajas de fomentar leyes justas que persigan la transparencia y la equidad, hacen uso de las dudosas bondades de la globalización para centrarse en la búsqueda del crecimiento y la maximización de beneficios. La consecuencia: más crisis, más paro y más desigualdad.

Se necesitan alternativas y solo aquellos que sepan dar respuesta a las demandas de quienes reclaman voces críticas con la ideología hegemónica establecida podrán sobrevivir. Mientras tanto surgen reivindicaciones separatistas que ocupan el interés y desvían la atención de otros temas primordiales, que implican la muerte del Estado de Bienestar además de herir la estabilidad de la democracia. También en ese caso los políticos y los medios de comunicación –aun con miedo a perder el puesto otorgado por el régimen imperante— e incluso los propios ciudadanos, hemos de arriesgar y ser valientes. Tenemos que atrevernos a decir, por ejemplo, que detrás de los movimientos separatistas, aparte de la nostalgia y del sentimiento de los pueblos, hay también una buena dosis de intereses económicos que se escudan en las pasiones de unos pocos, para esconder detrás del secesionismo el ansia de riqueza de otros.

Hay que luchar saliendo a la calle y estando con los menos privilegiados, para que sus necesidades no desaparezcan, por descuido u otros intereses, de la agenda pública. Pues la invisibilidad de las necesidades acarrea graves consecuencias en las vidas de las personas. Hay que atender a aquéllos que quedan relegados hasta el borde de la exclusión social, en peligro de convertirse en seres ajenos a un sistema que les impide mantenerse en él. Y buscar ahí el espíritu de la Democracia.

Esperemos que haya muchos días donde celebrar la Democracia. Será señal que ha sobrevivido a esta crisis que desgasta su imagen y su espíritu. Solo un apunte: este año el tema central de la conmemoración estaba basado en los retos y oportunidades que conlleva una mayor implicación de los jóvenes en los procesos democráticos. Consentir un paro juvenil de más del 50%, parece no ser el camino.