Ya ha llegado el momento de las elecciones catalanas. Ya están aquí unas elecciones que se han reconvertido en un plebiscito sobre la independencia.

Apenas se ha hablado de qué proyecto social, educacional, sanitario, de infraestructuras, cultural, desigualdad y pobreza, salvo si independencia sí o no, que es realmente lo que está en juego. Estas elecciones se han convertido en el telonero del referéndum final.

Hemos llegado hasta aquí por el cúmulo de errores, incomprensiones, frustraciones, falta de sintonía, cabezonerías, escenografías, etc y etc. Siempre defendí en voz alta que el referéndum por la independencia debía haberse hecho hace años; haber realizado esa votación para saber qué querían los catalanes. Además, desde la seguridad de que el sentimiento independentista no había calado todavía en la sociedad catalana con la fuerza suficiente para correr el riesgo de la independencia.

Pero nunca se hizo. Imagino que por falta de valor y liderazgo de la política en su conjunto. Y así, hemos llegado a una inflamación social que supone una situación de no retorno y sin salida, a lo que la campaña ha contribuido todavía más a enfrentar posiciones. Hemos llegado aquí por incompetencia e ineficacia del propio Gobierno español, Rajoy se ha convertido en “el enemigo útil” que necesitaban los independentistas. La estrategia de mirar hacia otro lado, dejando que el problema catalán creciera, con el fin de contar votos en el resto del territorio español, pensando que a ambas formaciones les interesaba la confrontación, tiene ahora mismo unas consecuencias imperdonables.

Ahora mismo, somos “amigos/enemigos”, “independentistas/nacionales”, “catalanes/españoles”, y todo ello en una brutal confrontación desde Madrid/Barcelona para intentar convencer a los indecisos. Si hay independencia, habrá problemas con Europa, con las pensiones, con el déficit, con los bancos, con las empresas, …; y la respuesta por los independentistas es la contraria, con la independencia, Catalunya será el país de las mil maravillas.

Sigo pensando que, pese a las encuestas, no ganarán los independentistas, pero en estos momentos, mi opinión es más un deseo o una intuición que la seguridad sociológica de conocer qué pasa por los sentimientos de los catalanes, manipulados bajo la frustración, la confrontación y el odio.

De todas formas, da igual el resultado si Cataluña queda dividida en dos mitades como es previsible. Lo que parece seguro en estos momentos es que el parlamento catalán será irreconciliable, como lamentablemente lo será la sociedad catalana.

Las elecciones del domingo serán de infarto, y hasta el último momento, contaremos los diputados, pues hasta el último voto será definitivo para saber si nos embarcamos en el referéndum por la independencia o se aplaza lo que es una olla hirviendo.

En realidad, lo que será de infarto, gane quien gane, es el día después. Porque ahora mismo el choque de trenes ya se ha producido, las frustraciones y el daño social ya son irremediables, las soluciones políticas ya llegan tarde.