La ciudadanía está impactada con las imágenes que nos llegan cada día de la huida de los refugiados sirios. El problema, lejos de solucionarse o encauzarse de forma ordenada, se desmadra cada vez más.
Un día vemos a Merkel que parece emocionarse ante el drama humano de los sirios y abrir las puertas de Alemania, al día siguiente vemos a Hungría comportarse de forma bárbara y salvaje, Austria los recibe entre aplausos para dejarlos pasar de largo, Grecia acumula problemas ante los que ella misma ya tiene frente a unas elecciones en las que la extrema derecha crece con fuerza, y Croacia abre sus puertas como nueva vía de entrada ante las concertinas húngaras para en tan sólo dos días cerrarla de nuevo ante el enorme aluvión de refugiados que cada día se multiplican.
En España todavía está nuestro Gobierno de reuniones para saber si podemos acoger en nuestros 500.000 km2 a unos 15.000 refugiados. Pero de momento aún no haremos nada hasta dentro de un par de semanas, y así vamos escurriendo el bulto. Eso sí, hemos asistido a declaraciones desconcertantes y contradictorias por parte de los ministros del Gobierno Rajoy.
Pero el drama sirio no cesa y Europa sigue bloqueada. Es un problema realmente complejo, con muchas aristas y que dividirá a una ciudadanía europea entre la solidaridad y el miedo egoísta a compartir lo que tenemos. Ya lo vemos en Grecia con el ascenso de Nueva Democracia o en Alemania con la inminente dimisión del responsable de inmigración y el enfado alemán con su cancillera Ángela Merkel por las muestras y sonrisas de solidaridad que les está acarreando tantos problemas.
Hace una semana, la mayoría de medios de comunicación se felicitaba por la solidaridad mostrada inicialmente por Europa, pero a medida que pasa cada día nos vamos encogiendo sin saber qué hacer ni cómo va a terminar esto.
En primer lugar, porque nadie parece tener un plan, ni siquiera Ángela Merkel que es lo que ahora mismo le echan en cara en la prensa alemana recogiendo el enfado de los alemanes.
En segundo lugar, porque ahora se empieza a revisar pasaportes para saber quién es sirio o no. Ante una avalancha humana como la que se está viviendo, muchos intentan llegar “a la tierra prometida” aunque no sean sirios. ¿Acaso eso es un crimen? ¿O es sencillamente la realidad de un mundo lleno de agujeros? Recogemos refugiados sirios porque viven una dramática situación de guerra, pero hay otros muchos que también quieren huir desesperados por la falta de esperanza y oportunidades en sus propios países.
En tercer lugar, Europa no habla del origen del problema, de la guerra civil siria, porque no sabe qué decir. Siria se ha convertido en una partida de ajedrez entre EEUU y Rusia, pero Europa parece que no sabe qué decir al respecto.
En absoluto pretendo simplificar un problema así, pero la desesperanza está en comprobar que, una y otra vez, se repite la inexistencia de un plan europeo, la ineficacia para abordar problemas, el desconcierto permanente, el anquilosamiento de una maquinaria cada vez más oxidada, la falta de criterio o coherencia en una línea política de actuación de una Europa que ha perdido la posición de liderazgo político en el mundo.