No hacía falta ninguna encuesta para saber que en una sociedad como la española, a la que el Gobierno del Partido Popular y la troika acaudillada por la señora Merkel está desollando viva, lo normal es que si se les pregunta a los ciudadanos si les parece bien que haya un acuerdo entre las distintas fuerzas políticas para sacarla del tormento, digan que sí. Pero la cuestión no es si, en abstracto, se prefiere o se rechaza ese hipotético pacto. La cuestión es entender que si, en concreto, se les preguntara a los ciudadanos si estaban de acuerdo en que pudiera empeorar la cuantía y las condiciones de acceso a las pensiones; en que se profundizara en la reforma laboral para que, como reclaman desde Bruselas, se facilitaran todavía más los despidos y se incrementara la precariedad e inseguridad de los contratos de trabajo; en que continuaran los recortes en las Administraciones Públicas para seguir diminuyendo el empleo en las mismas; en que se consolidara la propia reforma laboral ya en vigor, cuyos desastrosos efectos en el empleo, en la negociación colectiva y en las demás vertientes de las condiciones económicas y laborales de los trabajadores están a la vista; en que continuara el deterioro de la sanidad pública, del sistema educativo, de los servicios sociales, y que la premisa de partida del Gobierno es su declaración de que hasta dentro de cuatro años no disminuirá el paro…. En fin, si se les preguntara que éstas serían las posiciones del Gobierno porque no está dispuesto a cambiar de política, es seguro que los ciudadanos rechazarían de plano un pacto con semejantes mimbres sobre la mesa.
Que nadie se llame a engaño. En su intervención parlamentaria del miércoles, día 8 de mayo, Rajoy repitió dieciséis veces que no iba a cambiar de política y que, como alternativa a la oferta del pacto reclamado por la oposición, les invitaba a que se adhirieran a sus reformas. Esta actitud no significaba sólo un corte de mangas a todo el espectro parlamentario, excluido el PP, sino una ratificación de su decisión de no cambiar de rumbo. Y ese rumbo es el que nos ha llevado al agujero donde estamos, razón por la cual resulta casi metafísicamente imposible tal pacto de Estado, salvo que la izquierda estuviera dispuesta a suicidarse política y electoralmente. Por otra parte, hay que reconocerle a Rajoy cierta lógica dejando claro su rechazo, pues aceptar una negociación que para hacerla prosperar supondría que diera marcha atrás a las felonías que ha venido cometiendo daría mucho aliento a las fuerzas de la oposición. Por otro lado, abrir una negociación que de no rectificar su política estaría condenada al fracaso, también le endosaría la mayor responsabilidad en ese fracaso.
De todo lo dicho se desprende que el pacto demandado por la dirección del PSOE debería orientarse en otra dirección. Porque si el Gobierno está decidido a continuar con sus agresiones en lo económico, social, laboral, cultural y de derechos civiles, y lo que nos espera es seguir sufriéndolos, lo apropiado es plantearse cómo, democráticamente, se le echa del poder. Para eso, claro está, son necesarias, entre otras cosas, unas nuevas elecciones. De ahí que el pacto de la oposición o de una parte significativa de ella pasaría por promover, por un lado, cuantas iniciativas fueran posibles y necesarias para extender a la mayoría de la sociedad un rechazo más activo a las contrarreformas del Gobierno, denunciando sistemáticamente el fraude cometido con sus electores y exigiéndole que se marche. Por otro lado, trabajando en la concreción de las grandes líneas de una alternativa para que, en su momento y ante la imprescindible necesidad de alianzas, fuera posible un futuro Gobierno de progreso, habida cuenta de que las mayorías absolutas han pasado a mejor vida.
Hasta donde fuera posible, habría también que intentar articular una respuesta común del conjunto de la izquierda europea, encaminada a evitar que la desastrosa gestión que desde Bruselas y Berlín se está haciendo de la crisis no termine dinamitando la propia Unión Europea.
Sin duda todo ello es muy difícil. Pero no más que alcanzar, en serio, un pacto de Estado frente a la crisis con este Gobierno y con este PP.