Sin embargo, varios hechos objetivos –una vez más– refutan tales propósitos. Por ejemplo, resulta que los tres goles que dieron la victoria al Barça salieron de las botas de un argentino, un canario y un asturiano, y la copa la levantó un francés (con ascendencia caribeña). Lo cual da perfecta cuenta de la complejidad e interdependencia nacional e internacional de equipos como el Barça. Sin problemas.
Igualmente el triunfo del equipo catalán fue celebrado en las calles por muchos aficionados –de manera destacada, lógicamente, en Barcelona–. Pero no sólo. También se celebró en Madrid (¿por qué no?) y en otros lugares, evidenciando que el club azulgrana tiene seguidores y forofos de muy diversa procedencia geográfica, empezando por un leonés, como el actual Presidente del Gobierno de España.
Personalmente me encuentro entre los que piensan que en España el fútbol profesional ha terminado penetrado por demasiadas desmesuras y derroches económicos de todo tipo, y que corre el riesgo de acabar convirtiéndose en un espejo de muchos de los males y defectos de nuestras sociedades. Por eso, lo único que nos faltaba es que ahora algunos quieran elevar el diapasón de la desmesura, intentando unas piruetas políticas identitarias que casan mal con la realidad objetiva de los hechos y con el mismo seny de los socios del Barça, que hace bien poco supieron dar de lado, con sus votos, los propósitos exagerados de instrumentalización nacionalista extrema.
Mientras tanto, algunos sectores del gobierno catalanista continúan mostrando comprensión, y casi complacencia, con la violencia irracional y negativa de determinados círculos ultras vinculados al mundo del fútbol, mientras que son capaces de emprenderla a golpes con unos jóvenes pacíficos, cuyo único delito es estar siendo sometidos a duras condiciones de exclusión social y laboral y pretender reivindicar soluciones razonables a sus problemas.
El problema es que a estos jóvenes pacíficos se les golpea brutalmente, precisamente, para “dejar limpios” algunos espacios públicos en los que los forofos del fútbol puedan dar rienda suelta a su alegría. Y entre ellos, lamentablemente, los ultras violentos y radicales. ¡Menudo despropósito y menudo cinismo político!
Al final, los jóvenes acampados y los forofos pacíficos coincidieron y convivieron en paz y sin problemas. Pero no sé se alguien tendría que escribir una “crónica marciana” para explicar tanta contradicción y desatino.