Se entra en un periodo de celebración y fiestas que tienen al libro como principal protagonista. Se anuncia desde hace ya algunos años la muerte del libro impreso, y, sin embargo, aunque avance el electrónico, el libro tal como se le conoce desde que se inventó la imprenta sigue resistiendo, de modo que cabría decir con Ruiz de Alarcón: “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”. No obstante, esta declaración de optimismo, la industria del libro está en una gran transformación y ciertas editoriales han entrado en crisis que les han conducido al cierre o a ser adquiridas por las más grandes. Otro tanto se puede decir de las librerías, muchas pequeñas han desaparecido y son sustituidas por grandes cadenas, que en muchos casos más que librerías son libródromos, en feliz expresión de Vargas Llosa.
Se produce una tendencia que se da en otras actividades económicas y es la progresiva centralización y concentración económica. La letra impresa, a pesar de que tiene muchos enemigos, sigue siendo un gran negocio para unos cuantos. Las grandes editoriales son en bastantes casos multinacionales, al igual que sucede a alguna que otra cadena de librerías. El mundo del libro no es ajeno a los procesos económicos que se dan en la economía global. Esta concentración, tanto en la producción como en las ventas, en lo que es la difusión de la cultura tiene sus riesgos, pues son los grandes los que determinan -con los medios que tienen a su alcance- qué es lo que se publica, y a través de las técnicas de marketing consiguen influir en lo que se vende. La libertad de expresión se ve amenazada por la falta de libertad de impresión y de la capacidad de difusión. Cada vez resulta más difícil hacerse un hueco en el mercado, que se encuentra, valga la paradoja, saturado de excesivas ediciones de libros.
La lectura hay que cultivarla en la escuela, la universidad, la familia, los medios de comunicación, pues hay que aspirar a conseguir tener una sociedad más culta que venza a la ignorancia. La proliferación de publicaciones hace difícil discernir lo que es bueno de lo que no es, y los intereses económicos y la búsqueda del lucro, aparte de lo mencionado, provoca que en las repletas bandejas y estantes de las librerías encontremos conjuntamente obras de calidad con otras de ínfimo nivel, que, sin embargo, se venden gracias a influencias mediáticas de distinta índole. El libro, que es un medio indispensable de transmisión del conocimiento, pero también de gozo, satisfacción y placer, puede convertirse -y de hecho es así- en varios casos en un medio de desculturización y alienación.
La concentración editorial, que en España está conduciendo hacia un oligopolio, con predominio de duopolio, coexiste con la aparición y supervivencia de pequeñas editoriales, que ofrecen, por lo general obras de calidad. Lo que no quiere decir que las grandes y medias no las ofrezcan también. En literatura hay que destacar la labor encomiable de Asteroide, Impedimenta, Periférica y Nórdica, entre otras. En el ensayo, aunque lo compaginen algunas con la literatura, ediciones del Oriente y del Mediterráneo, Sexto Piso, Veintisiete Letras, Errata Naturae, Capitán Swing, Catarata, por mencionar algunas de las más recientes, que conviven con otras más veteranas, como El Viejo Topo e Icaria. En economía podemos encontrar libros muy interesantes en las mencionadas, pero hay dos más especializadas, como es el caso de Maia, que publica por lo general obras marxistas, y Clave Intelectual, que se especializa en el pensamiento heterodoxo.
Con el fin de huir del pensamiento de economía convencional y el discurso dominante conviene mencionar a un autor, como Hirschman (1915-2012), cuya obra Las Pasiones y los Intereses, acaba de publicar Capitán Swing. En el prólogo, el Nobel de economía, Amartya Sen dice: “Albert Hirschman es uno de los intelectuales más destacados de nuestro tiempo. Sus libros han transformado el modo como entendemos el desarrollo económico, las instituciones sociales, el comportamiento humano y la naturaleza e implicaciones de nuestras identidades, lealtades y compromisos”.
En suma, aunque se vive en una sociedad regida por los intereses económicos, guiada por el lucro, que determina a su vez el comportamiento de la industria cultural, siempre hay libros, editoriales, librerías, que mantienen la calidad, el rigor, la capacidad crítica y la reflexión.