El Lobo de Wall Street es Jordan Belfort (papel interpretado de forma soberbia por Leonardo DiCaprio) un corredor de bolsa neoyorkino que es insaciable, codicioso, degenerado y despiadado como nadie. La nueva cinta de Martin Scorsese narra el ascenso meteórico y la caída (hasta dar con sus huesos en la cárcel) de un personaje real -que relató su vida en una autobiografía en la que se basa el guión-, que durante los años noventa arrasó la bolsa de Nueva York traficando con bonos basura y estafando a numerosos inversores.
El film está narrado en primera persona: Belfort-DiCaprio cuenta su trepidante vida de depredador mirando a cámara. Y, para que vayamos enterándonos de lo que se cuece en la jungla de la bolsa de Wall Street, comienza con una escena de degeneración absoluta que introduce a los espectadores de golpe en el mundo despiadado del gran casino capitalista, donde el único mandamiento es hacer dinero -cuanto más mejor- para gastarlo inmediatamente en todos los excesos que se pueda: un grupo de corredores de bosa se divierten en la oficina lanzando enanos a una diana como si fueran dardos, en un juego de apuestas “divertido” para celebrar las ganancias del día, que son espectacularmente millonarias.
Durante casi tres horas Scorsese no da tregua. Las imágenes de degradación, vicios, sexo, prostitución, drogas, compraventa de acciones a grito limpio…etc, se suceden en un bombardeo que aturde, pero que hace sentir al espectador la misma borrachera de excesos que está viendo en la pantalla. La cámara se mueve con rapidez y los planos se superponen a la velocidad de un parpadeo. El director narra el día a día de Wall Street, el gran casino capitalista, en el que el dinero viaja a velocidades escalofriantes para hacer más dinero sin medir ninguna consecuencia, porque lo único que importa es el enriquecimiento rápido y consumir la vida con la misma ansia.
Degeneración y codicia a mansalva son dos términos que resumen la vida del tipo de personajes que retrata Scorsese en esta película y lo hace sin ningún tipo de glamour, a pelo, sin paños calientes, mostrando sus apetitos desmedidos sin filtro alguno, son machos alfa compitiendo despiadadamente cada segundo por abarcar las riquezas que ofrece su entorno. Los dos personajes principales, Belfort y su fiel escudero de dientes blanqueadados Donnie (interpretado por Jonah Hill) son el paradigma tipo de los elementos que han servido al sistema capitalista actual para convertirse en lo que es hoy: un laboratorio consagrado a hacer más ricos a los ricos y a empobrecer y esquilmar hasta límites infames al resto de la humanidad. Estos corredores de bolsa, sin alma, sin moral ni principios humanos, son los que provocan que suba el precio del grano de repente, desatando hambrunas que se llevan a miles de personas a la muerte de un plumazo, o generando burbujas especulativas que arrasan las economías de países enteros, condenando a millones de personas al paro y a la pobreza. Mientras ellos mueven el dinero sin parar -vendiendo humo, si hace falta- para obtener grandes ganancias de la manera más rápida (ese es el quid de la cuestión, mover el dinero sin que nunca se haga efectivo, para que con cada movimiento especulativo deje un porcentaje en la bolsa del corredor), la gran mayoría de la población mundial sufre escasez, pobreza, hambre y desempleo. La riqueza se crea muy rápidamente y se queda en muy pocas manos, unas manos que no reparten nada con el resto, porque esa élite de desalmados ha conseguido cambiar las leyes a su favor, ha conseguido que el dinero viaje a la velocidad de un clic libremente, sin cotizar a hacienda, en un mercado global exento de regulaciones. La riqueza hoy no se reparte, se la embolsan algunos a costa del los padecimientos de la gran mayoría. Sus apetitos desmedidos son tan grandes, tan monumentales, que son capaces de comerse literalmente el Planeta en un gran festín privado. Y lo que muestra el film es que por codicia son capaces de provocar hasta su propia autodestrucción.
La película de Scorsese es soberbia y está nominada a cinco Oscar (en las categorías más acreditadas: mejor película, mejor dirección, mejor guió adaptado, mejor actor protagonista y mejor actor de reparto). Es una de las cintas más estimulantes que he visto, es buen cine, bien construido y adaptado al frenesí visual de la sociedad en la que vivimos. La cámara está manejada de manera prodigiosa, con barridos espectaculares de carrusel que nos llenan los ojos de imágenes y nos sumergen con rapidez en un mundo esperpéntico y brutal, que por desgracia nos gobierna.
Uno de los aciertos que tiene la película es que muestra que estos corredores de bolsa son personas comunes y corrientes. Scorsese los despoja de cualquier glamour. Jordan Belfort recluta a sus bróker entre vendedores y comerciales de lo más común, no necesita irse a las universidades de élite a por ellos, porque lo que él busca son vendedores sin escrúpulos que sepan “crear una necesidad” y para eso no hace falta tener una carrera. También muestra que hay personas sanas, incorruptibles y que son capaces de hacer su trabajo hasta el final y lo hace a través del personaje del investigador del FBI que persigue los fraudes fiscales y que se encarga de encarcelar a Belfort superando las trampas y las tentaciones de enriquecimiento rápido que el “Lobo” pone a su alcance.
Recomiendo esta película porque es cine del mejor. Es osada, espectacular, crítica, con buena fotografía, bien narrada, mejor construida, tiene personajes sólidos, inolvidables y en la exageración del esperpento contiene ese mundo real que nos subyuga. La cámara de Scorsese retrata con obscenidad al batallón de soldados del capitalismo de casino que nos gobierna. Lo hace para nuestros ojos, y advierto que la borrachera que se coge con esta película tiene resaca, porque cuando termina y al día siguiente la cabeza no para de trabajar.