Los hechos irrefutables son que el PSOE, con José Luis Rodríguez Zapatero, ha perdido más de 1,5 millones de votos en estas elecciones municipales y autonómicas. Una pérdida superior a la que en el año 2000 provocó la mayor crisis interna de los socialistas y, paradójicamente, supuso el inicio del movimiento que llevó a Zapatero a la Moncloa.

Otro dato importante y objetivo es que el PP incrementa apenas medio millón de sufragios, pero son suficientes para alcanzar una hegemonía inédita para ningún partido desde la Transición en el ámbito local y regional. A lo que se añade que el segundo gran ganador de la noche es la formación abertxale Bildu, con 953 concejales en el País Vasco, 81 más que el PNV. Sin duda, una clara complicación para la necesaria clarificación del modelo territorial, y a mi entender una posibilidad para canalizar pacíficamente al mundo radical vasco.

En relación a la participación se ha incrementado en 2,2 puntos. Con lo que se demuestra que el PP puede lograr mayorías aplastantes con incrementos de participación, a condición de que esta se reparta entre opciones minoritarias (han incrementado su voto en más del 30%) o el voto de castigo a la clase política, que supone los casi 980.000 votos entre blancos o nulos, el número más alto en toda la democracia. Con lo que emerge este grupo de ciudadanos como la cuarta opción política en España.

Sin entrar en grandes profundidades, y que requerirían estudios concienzudos podemos adelantar algunas conclusiones iniciales para hacer lo que debemos: reformular nuestro discurso, posicionarnos ideológicamente en lo que somos (izquierda) y configurar liderazgos colectivos. Estas conclusiones de partida o premisas son: Primera, hoy no hay menos votos de izquierdas que en 2007, pero están más repartidos, no sólo entre partidos minoritarios, sino entre votos nulos y en blanco. Hay que tener claro que, una cosa es abstenerse y otra, muy distinta, votar una opción electoral distinta. Lo que determina que la recuperación socialista se prevé lenta y dificultosa.

Segunda, una parte de la izquierda (jóvenes e intelectuales) ha abandonado al PSOE como referente. La pérdida de gobiernos municipales y autonómicos fractura en su base a los líderes socialistas, hoy cuestionados por las urnas y, pronto, con serias críticas internas. Estos dos hechos limitarán la capacidad de renovación del PSOE

Y tercera, es que con los votos actuales el PP, este quedaría a 12 escaños de la mayoría absoluta. Es decir, si bien es cierto que las elecciones no han podido ir peor para el PSOE, con una crisis económica que golpea a casi 5 millones de parados, a un gran número de familias con todos sus miembros en paro, y el mayor movimiento de protesta en la calle, el PP apenas incrementa medio millón, del millón y medio de votos que pierde el PSOE. Constatando las dificultades que tienen para ampliar su base electoral, pero que no ha impedido que alcanzara el mayor número de gobiernos locales y autonómicos, en manos de un solo partido, desde la transición pero, aún así, le resultaría insuficiente para gobernar la Moncloa en solitario.

Con todas estas cuestiones, siendo consciente de las limitaciones internas y del contexto socioeconómico actual, unido al descrédito de los partidos políticos y sus dirigentes, no me impide afirmar que “queda partido” siempre y cuando los socialistas hagamos las cosas como corresponde. Priorizando las reformas con más contenido social y renunciando a emular las políticas de la derecha europea, neocon y del FMI. Debemos recuperar nuestra identidad y poner en el centro de nuestra acción política la búsqueda de soluciones a los verdaderos problemas de la ciudadanía, desde el compromiso y la sensibilidad que se supone a los socialistas.