La indiferencia no es una opción en un mundo donde crecen sin parar las desigualdades, al tiempo que unas élites, muy reducidas en número, cada vez acaparan más riqueza y poder. Es necesario reformular el contrato social, porque está roto. Pero para lograrlo, los ciudadanos tienen que tomar conciencia colectiva de su situación individual, para posibilitar con su acción el cambio. La clave es que conservemos y ampliemos nuestra condición de ciudadanos en todas las esferas de nuestra vida.

 Si aceptamos que la indiferencia no es una opción en general, menos aún en un momento electoral, donde las personas mayores de dieciocho años con su voto pueden establecer cuáles van a ser las prioridades y los gobiernos para los próximos años. ¿Por qué digo esto? Porque existe una correlación entre clase social, nivel de estudios, situación de empleo o desempleo, edad, lugar de residencia, a la hora de ejercer o no el derecho constitucional al voto. Y precisamente, quienes más necesitan de la política son los que menos votan. Es decir, su supuesto acto de rebeldía al no votar por que todos son iguales, les lleva a que otros decidan por ellos cuales van a ser los gobiernos y los objetivos fundamentales coincidan o no con sus necesidades.

Por eso, en unos tiempos tan acelerados, donde se incrementan las inseguridades, las incertidumbres y los temores, hay que afirmar que uno de los pilares para que la democracia perdure y para que las personas tengan bienestar, es decir, más seguridad, es que puedan construir un proyecto autónomo de vida. Y en él, tener un empleo de calidad, con derechos y un sueldo decente que les permita construir su vida y sus sueños es esencial.

En España, la situación de desempleo es dramática para millones de personas. Por ese motivo, la lucha contra el paro tiene que ser la principal ocupación de cualquier gobierno que salga de las urnas, ya sea municipal, autonómico, nacional o europeo. Y más aún, cuando las perspectivas laborales en el mundo empeorarán durante los próximos cinco años, según el informe Perspectivas laborales y sociales en el mundo, Tendencias en 2015, que realiza la Organización Internacional del Trabajo. Los datos son terribles:

  • En 2014 más de 201 millones de personas estaban desempleadas, 31 millones más que antes de que irrumpiese la crisis global. Se prevé asimismo que el desempleo mundial aumente en tres millones de personas en 2015 y en 8 millones durante los siguientes cuatro años.
  • Desde el inicio de la crisis 61 millones de personas han perdido su puesto de trabajo en el mundo. Si se incluye a las personas que se incorporarán al mercado de trabajo durante los próximos cinco años, para colmar la brecha en el empleo que ha generado la crisis será preciso crear 280 millones de empleos nuevos para 2019.
  • En 2014, cerca de 74 millones de personas (de entre 15 y 24 años) buscaban trabajo. La tasa de desempleo de los jóvenes casi triplica la de los adultos.
  • El número de trabajadores con empleos vulnerables en el mundo ha aumentado en 27 millones desde 2012,y actualmente se cifra en 1440 millones. En torno al 45 por ciento del empleo total.
  • A finales de este decenio, según las previsiones, todavía uno de cada catorce trabajadores vivirá en condiciones de extrema pobreza en los países sobre los que se dispone de datos.
  • El 10 por ciento más rico gana un30-40 por ciento de los ingresos totales. En cambio, el 10 por ciento más pobre gana alrededor del dos por ciento de los ingresos totales.
  • En algunas economías avanzadas, las desigualdades en los ingresos han empeorado rápidamente después de la crisis y, en algunos casos, se están acercando a niveles registrados en algunas economías emergentes.
  • Trabajadores relativamente formados que solían ocupar puestos de trabajo que requerían cualificaciones medias, se ven ahora cada vez más obligados a competir por ocupaciones que requieren pocas cualificaciones. Estos cambios han contribuido a ampliar la desigualdad en los ingresos.

El malestar social aumenta al ritmo que aumenta el paro y persiste el desempleo. Y como señala la OIT, los países que registran tasas altas o rápidamente crecientes de desempleo de los jóvenes son especialmente vulnerables a ese malestar social. ¿Le suena esto a alguien en un país como España con los niveles tan altos de paro en general y especialmente de paro juvenil? Al gobierno parece que no. Pero a muchos ciudadanos sí. Y a esos ciudadanos, hay que recordarles que el cambio de este panorama es posible si se abordan las políticas adecuadas ¿Cuáles? políticas activas de empleo que se centren en los grupos más castigados por el paro, reforma del mercado de trabajo, apoyar con créditos a la economía real y especialmente a la pequeña empresa, impulsar la demanda agregada y la inversión empresarial, cambio de la política fiscal, trabajo decente y con derechos, mayor inspección…En definitiva, cambio de rumbo en las prioridades de los gobiernos.

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