Al mismo tiempo, los Jefes de Gobierno de los principales países europeos reunidos en Londres, pidieron hace poco a las entidades bancarias la mayor transparencia en la información de su situación financiera y sus actividades económicas.
Más allá de las intenciones de cada cual, hay una cuestión de fondo en este asunto: ¿cómo se conjuga la transparencia y la libertad de expresión, pilares de nuestro sistema social, con la prevención de riesgos de desánimo económico?
En principio, la respuesta de manual es el uso de la prudencia y la responsabilidad pero, dado que ambos remedios son de automedicación por cada cual, no suelen servir en algunos casos en los que el imprudente es muy relevante.
Por ello, podría tener razón en la crítica el Sr. Rodríguez Zapatero cuando ha entonado el “¿Por qué no te callas?” a los agoreros económicos.
Lo único que se le podría achacar es la tardanza en darse cuenta de ello. Resulta que, durante los últimos años, el sector de la construcción de inmuebles, responsable del 9% de la economía nacional, ha conocido no solo una alta población de profetas de la crisis sino un autentico desprestigio social basado en la crítica a la urbanización salvaje, los altos precios de las viviendas y su excesivo peso en la economía del país.
Sin negar ninguna de esas acusaciones, resulta que, o bien porque los analistas y propagandistas de esa situación han hecho algo por remediarla o, lo que es mucho mas probable, por contagio de nuestro mundo globalizado, el caso es que, en este momento, se ha contenido la urbanización salvaje, los precios de las viviendas y el peso “del ladrillo” en la economía española. Y, de paso, nuestra actividad económica y las previsiones para los, esperemos que cortos, próximos tiempos.
Algo debe fallar en el resultado del proceso ya que, a pesar de que estamos el pleno proceso electoral, nadie ha acudido a apuntarse el tanto, por lo que hay que dudar de si ha sido mejor el remedio o la enfermedad, por lo menos en el corto plazo en el que la I+D no ha acudido, todavía, a relevar “al ladrillo” de su papel locomotor económico.
Por ello es por lo que habría también que dudar del patriotismo de, por lo menos algunos, profetas de la crisis inmobiliaria que hemos conocido. Porque, como todo el mundo sabe y algunos parece que olvidaron, es que “el ladrillo”, y el suelo que lo soportaba, suponía no sólo un importantísimo sector productivo, sino la garantía de una parte, también importante, del crédito bancario de nuestro país.