La victoria de la derecha es una victoria pírrica. En efecto, parece distanciar ampliamente a su rival ideológico, el Frente Nacional. Este apunta en las urnas, unos escasos 5 % de votos en la primera vuelta. Pero esta evaluación es totalmente falsa. ¡En efecto sólo ha presentado unas 590 listas en más de 36.000 municipios! ¡Hay departamentos donde ni siquiera ha presentado un sólo candidato! Y en estas elecciones su progresión, donde ha concurrido, ha sido importantísima, pasando muchas veces del 10% y en algunas ciudades del Norte o del Sureste del 20%, alcanzando más del 50% en una ciudad tradicionalmente socialista del Norte. ¿Cuál hubiera sido su resultado de presentar candidatos en todas las ciudades, como las principales formaciones? Seguro que las próximas elecciones europeas puede tener una progresión importante de voto, muy cerca del 20%.

No debemos olvidar que la meta final es la elección presidencial en la cual, en la segunda vuelta, sólo pueden quedar dos candidatos. Ya ocurrió cuando el candidato socialista Lionel Jospin, fue desplazado por el frentista Le Pen. Y hoy la popularidad de Marine Le Pen está en auge, sin comparación con la de su padre.

Y ahí está el problema. La derecha y la izquierda pueden, por una mínima división en sus respectivas filas, correr el riesgo de la eliminación de la segunda vuelta en las presidenciales. Los sondeos dicen que el 40% de los franceses comparten ideas con el Frente Nacional. En la UMP, la formación que lidera las derechas, existen dos corrientes. Una que propugna rechazar cualquier alianza con la extrema derecha, otra que no niega la posible colaboración. En estas elecciones la UMP ha dado un paso hacia la colaboración y la primera opción está muy callada. Hasta hoy existía un tácito pacto republicano que llevaba a la derecha y a la izquierda a pedir el voto para el candidato ¨republicano ¨ en competición con uno frentista. Esta vez la UMP ha decidido que mantendría sus candidatos y no llamaría, cuando no pudiese competir, al voto para los socialistas, aunque esta consigna llevase a la elección de un alcalde del Frente Nacional. Ha afirmado que el Frente Nacional y el Partido Socialista eran iguales. Desde los tiempos de Sarkozy la derecha francesa quiere seducir a los electores de extrema derecha, pero hoy avanza hacia el pacto de ¨no agresión ¨con su partido, el FN.

La derecha piensa actualmente, en serio, que si quiere consolidar sus opciones de poder debe dar un paso no sólo hacia los electores de Marine Le Pen, sino también hacia sus ideas. Pero tal opción aleja a electores tradicionalmente suyos hacia el nuevo centro, en construcción. La radicalización de las derechas es previsible ante el progreso de la extrema derecha que le come más terreno de lo que algunos creen, pero así pierde votos del centro, lo que la debilita y la lleva a una peligrosa huida hacia adelante. Este proceso, que existe en España, desde la creación del PP, y es absurdo decir que la extrema derecha no está en el Parlamento español, o que no tiene fuerza en Italia o Grecia, está en camino. De momento el mayor obstáculo que encuentra la derecha francesa para acercarse a su extrema derecha es la radical hostilidad de esta última. Marine Le Pen estima que todavía no ha cosechado todos los beneficios que le da su crítica frontal de los gobiernos, sean de derecha o de izquierda. Tiene amplias posibilidades en hurgar en los fracasos sucesivos de Sarkozy y Hollande. En la campaña para las elecciones europeas, que desde siempre está lanzada por el FN, Marine Le Pen va a recoger la expresión del descontento, del nacionalismo, de la xenofobia y puede llegar a niveles nunca alcanzados por la extrema derecha en Francia. Cuando llegue a tutear en intención de voto a la UMP, entonces empezarán las grandes maniobras.

Ciertamente el Frente Nacional tiene enormes obstáculos para poder alcanzar el poder: falta de cuadros, experimentos de gestión desastrosos como la del municipio de Toulon, importante ciudad, que tuvo en 1995 un alcalde frentista que la llevo a la quiebra económica total, con programa de tal evidente demagogia que nadie seriamente se lo cree. Sigue siendo un partido de descontentos, un partido político cuyo más repetido eslogan es: ¡echad a los políticos! Pero tiene indudables y prometedoras capacidades para perturbar la democracia francesa de manera duradera.

Las elecciones europeas van a fortalecer estas tendencias y pueden llevar, por real pánico, a las derechas a endurecer sus posiciones. Basta con oír lo que dice Cameron, lo que empieza a decir Merkel sobre búlgaros o rumanos, lo que se está imponiendo en Holanda, Suiza, Noruega…¡por no hablar de lo que ocurre en nuestro país! ¿Nos encontraremos en el próximo Parlamento europeo con una fuerza de extrema derecha con tal capacidad de atracción para las derechas que pueda llegar a poner en peligro la construcción europea? Me parecen inexplicablemente optimistas quienes hoy rechazan tal peligro.

Las crisis económicas llevan al electorado hacía los extremos. Recordemos los totalitarismos del siglo XX. ¿Había países con más diferencias socio-culturales que Alemania, Italia y España? Y los tres alcanzaron la dictadura. Puede uno pensar que los avances de nuestras sociedades y el recuerdo de las catástrofes pasadas han alejado estos peligros. Yo comparto en algo tal opinión, pensando, como tantos electores en Francia, que el peligro del Frente Nacional no llegará hasta el riesgo del fascismo. Pero estoy seguro de que hoy, no sólo contamina las derechas, también las está contagiando. También recuerdo algo que leí en mi juventud: el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.