A Ignacio González le pareció “inaceptable” e “inadmisible” la publicación de las citadas fotos del presidente de la Xunta de Galicia, Núñez Feijóo, compartiendo vacaciones en el mar con el narco Marcial Dorado en 1995. Y añadió lo siguiente: “Deberíamos establecer un límite porque el daño que eso produce a las personas y a las instituciones se tendría que cuidar”.
Después, Alfonso Alonso, portavoz del PP en el Congreso, mostró su “estupor” por la publicación de las fotos de su correligionario en bañador en la cubierta del yate del famoso narco (con quien navegó por el Océano Atlántico y por el Mar Mediterráneo) y declaró que le parecía ”deplorable”. La ministra de Fomento, Ana Pastor, también salió al quite, aunque haciendo honor a su moderación y sentido común, no atacó a la prensa sino que optó por defender la honorabilidad de su paisano Núñez Feijóo.
Porque sabemos de donde vienen bastantes líderes del Partido Popular, sus amenazas explícitas contra la libertad de información, en casos tan flagrantes como éste, no deberían caer en saco roto. Todo lo contrario. Debemos reaccionar con contundencia para defender con uñas y dientes las libertades conseguidas desde el final de la dictadura franquista. Por si acaso…
Si los nostálgicos de la censura de prensa se manifiestan como lo han hecho estos días, los amantes de la libertad deberíamos mantenernos en actitud de alerta -de alarma, quizás- y pasar al contraataque. Ni un paso atrás en materia de derechos tan fundamentales como el de la información que pertenece a todos los ciudadanos. Los periodistas apenas somos intermediarios (entre las fuentes y el lector) en la administración de ese derecho.
Afortunadamente, la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) no tardó en salir a cantarle las cuarenta al presidente del gobierno de Madrid cuando, tan rápidamente, pidió imponer “límites” a la libertad de prensa. La APM le replicó que la Ley ya impone unos límites “suficientemente claros” a la libertad de expresión. Al día siguiente, Carmen del Riego, presidenta de la APM, insistió en la radio en que hay abundante jurisprudencia del Tribunal Supremo primando claramente el derecho a la información sobre el derecho a la intimidad o al honor siempre que se trate de una información “veraz” y “de interés público”.
Nadie ha puesto en duda la veracidad de las citadas fotos que son, en efecto, deplorables (no su publicación) y causan estupor a cualquier demócrata que se precie. ¿Acaso alguien, en su sano juicio, duda de que tales pruebas gráficas de la relación “de ocio” entre un líder del PP y un famoso narcotraficante sean de interés público?
Las fotos son veraces y de notorio interés público. Que se lo digan, si no, a las Madres contra la Droga que conocían muy bien las andanzas ilícitas del narco Dorado desde que fue detenido e investigado en 1983 y en 1990. Ahora cumple condena de 14 años por narcotráfico. Además, los investigadores tienen registradas conversaciones telefónicas de los protagonistas de las fotos hasta 2003.
Si el asunto Feijóo-Dorado es tan cristalino, ¿a qué viene entonces pedir ahora desde el PP un bozal para la prensa? ¿Costumbre? ¿Tradición? ¿Nostalgia? ¿Disimulo ante un presunto fuego amigo?
Alguien filtró a la prensa las fotos que han cercenado la carrera de Feijóo como eventual sucesor del presidente Rajoy. El presidente gallego fue tajante en su declaración: “Descarto que procedan de alguien de mi partido”. También dijo que conoció al tal Dorado gracias a la intermediación de un amigo común, el ya fallecido Manuel Cruz. ¿Quién era este Manuel Cruz? Fue testaferro del narco Dorado a la vez que chófer del consejero Romay Becaría, a la sazón jefe de Feijóo.
A todo esto, ¿cómo ha reaccionado la oposición en Galicia? Pachi Vázquez, líder de Partido Socialista de Galicia (PSdeG), ha dicho: “Feijóo y el narco andan ahí, ahí”. ¿Acaso se puede ser más claro y más gallego a la vez?