“De aquellos barros, estos lodos” diría el refrán. Pero no vemos el final de la crisis por mucho que el Gobierno se empeñe en ello, ni por mucho que animen con datos de que “sube la bolsa”, “crece el IPC”, “aumentan las exportaciones” y “el descenso del paro se estanca”.
De verdad que me encantaría que estuviéramos saliendo del túnel, ojalá la crisis terminara ya, porque son muchos millones de españoles los que cada vez lo pasan peor. Pero, no lo creo. Quizás la macroeconomía, -la de los grandes datos y los estadistas trajeados que pertenecen a instituciones alejadas de la realidad y que todavía no han disminuido sus salarios, ni sus condiciones de vida, ni se han bajado del coche oficial– vaya bien; pero la microeconomía –la que corresponde a los parados, a los que no llegan a fin de mes, a los que no reciben becas de comedor, a los que viven angustiados todos los días, los que no pueden hacer frente a la hipoteca, los que no encuentran trabajo, los que están perdiendo la esperanza– está en caída libre en el centro del túnel.
Y habrá que decir ¡basta ya! a que los grandes datos nublen la razón de lo valioso y lo importante: las personas.
El desempleo no aumenta porque no puede hacerlo más, ya no hay más parados que crear, y las estadísticas descienden porque o se deja desesperadamente de buscar trabajo o se emigra. La crisis y las medidas tomadas para paliar la crisis han hecho que seamos el país más desigual de toda Europa, que estemos poniendo en riesgo derechos y conquistas como la Sanidad y la Educación, que el riesgo de pobreza aumente cada vez en más familias españolas. Y si todos los sectores viven una situación de angustia, vemos cómo la Cultura se hunde, provocando no sólo la pérdida de puestos de trabajo, sino imposibilitando que se creen otros valores diferentes con los que combatir esta crisis.
Pero lo más preocupante es que tengo la impresión de que no se ha aprendido nada.
Aún estamos en medio del túnel, y el PP sigue como siempre a lo suyo (utilizar a las víctimas del terrorismo, hacer malabarismos demagógicos, manipular la opinión pública, mentir descaradamente, seguir privatizando en busca de negocio, colocando a los suyos al frente del poder económico, …) y se le ve dichoso de devolver las “cosas a su orden natural”, a la desigualdad social que debe existir porque para que los ricos puedan ser ricos, hay que fabricar pobres.
Si salimos de esta crisis más pobres, más desiguales, con menos derechos, con heridas sociales, con pérdida de derechos, pero sabiendo que no podemos repetir la historia de la especulación, el dinero fácil, la corrupción, el despilfarro, la mentira como sistema de convivencia, y consiguiendo que la impunidad no campe a sus anchas, saldremos maltrechos pero vivos, esperanzados, capaces, diferentes, y con posibilidades.
Pero si no hay justicia, si no pagan por las estafas intencionadas, por el abuso de poder, por hundir un sistema democrático, por generar sufrimiento y dolor, por engañar conscientemente a la ciudadanía, lamentablemente nuestra pérdida será irreparable.