Ha sido una semana trágica para la democracia y el respeto a la política. Todo comienza a adquirir unos tintes “berlusconianos” donde además no falta la ilógica y el tremendismo.

El PP valenciano se ha perdido el respeto a sí mismo. Se le acumulan los casos donde debería pedir disculpas, exigir dimisiones, y asumir responsabilidades. Por lo que han quedado atrincherados, defendiéndose permanentemente de los propios casos en los que se ven envueltos.

Hacemos un breve repaso.

El jefe de personal de Canal 9, la televisión valenciana, ha sido denunciado por acoso sexual, con unos relatos en la denuncia que dejan temblando a cualquiera. El PP ha decidido apartarlo del cargo, pero no suspenderlo de militancia porque, como siempre, la presunción de inocencia debe ir por delante. Pero, la trayectoria política de este personaje viene de lejos: conocido por sus relaciones políticas con Zaplana, fue quien hizo famosa la frase “he venido a la política para forrarme”; luego, tuvo que ser cesado por presuntas comisiones ilegales en Benidorm; y así fue recompensado con el puesto en Canal 9.

Hay personajes, como el famoso “Bigotes” o “Don Carlos Fabra” que se les ve venir cuando se acercan. A éste también.

Después de esa espectacular denuncia, aparece la relación de bienes de los diputados, donde descubrimos que el Presidente Camps, cargo público desde hace 20 años, no tiene nada de patrimonio ni ahorros. Y eso que, entre el coche oficial, la tarjeta y los gastos extras, podía haber “ahorrado” algo. ¿Puede creer alguien tamaña mentira? A no ser que su “generosidad” haya hecho repartir los bienes entre mujer y hermanas, a las que no dudo que adora.

Los asesores de Presidencia, si es que todavía los tiene Camps, han cometido un gravísimo error, presentando “públicamente” una realidad increíble.

Luego, en tercer lugar, llegó el pleno de las Cortes Valencianas que ha dado la vuelta a todos los informativos nacionales. La Presidenta de las Cortes, haciendo uso arbitrario y subjetivo del reglamento, entierra de un plumazo el parlamentarismo, quitando la palabra, no dejando réplicas, enfadándose a doquier.

Subido el tono, el conseller Cotino, miembro del OPUS y extremado católico que asiste a misa (prácticamente diaria), no resiste que la oposición le pregunte por el extraordinario crecimiento de la facturación de las empresas de su familia, Sedesa para ser más exactos, que hace toda clase de obras y trabajos (desde una residencia de ancianos, proyectos medioambientales, limpieza o urbanismo). Una empresa que aparece en el informe policial de la trama Gürtel. Por eso, a una pregunta de la oposición, contestó con un exabrupto: “Usted no conoce a su padre”. Con lo fácil que sería poner encima de la mesa la documentación que se le solicita.

El remate final fue la expulsión de Ángel Luna, síndico portavoz de los socialistas, simplemente por reclamar que dejaran hablar a su diputado que estaba en el uso de la palabra.

Al PP se le fue la mano, perdió los nervios, acusó innecesariamente, atropelló excesivamente, y fue la portada de todos los medios nacionales. Por eso, había que rectificar, para seguir pasando inadvertidos un tiempo más, mientras todos miran al cielo esperando que acabe este calvario.

El problema que no entiende el PP valenciano ni Camps es que lo que está sucediendo son las consecuencias de una determinada forma de hacer: la mayoría absoluta justificada en base a los votos que les permite hacer “lo que les dé la gana” (literalmente); la opacidad y falta de transparencia en las cuentas; los proyectos caprichosos o interesados con fines particulares y no sociales; las empresas amigas que han nacido al calor del poder político; la confusión de lo privado y lo público, burlando la ley de contratos para favorecer a “los propios”. Y una descarada manera de entender el poder que hizo que Camps se creyera omnipotente.

Toda una degradación de la ética en la política.