La incertidumbre se acrecienta en los mercados y en las bolsas. Afecta al euro, al que se vuelve a poner en peligro, y se extiende el temor a que se transmita el “efecto Chipre” a las economías que se encuentran en una situación de vulnerabilidad. Ante esto no se dan explicaciones ni a los ciudadanos europeos ni a los de cada país por parte de las autoridades correspondientes. El ministro de economía español se encuentra desaparecido y no comparece en los medios de comunicación para explicar las razones que han conducido a esta toma de decisión tan drástica y si se tienen preparadas medidas para evitar el contagio. Lo único que ha dicho, es que no va a explicar los motivos por lo que se toman las decisiones en el eurogrupo, mientras otros responsables dicen que no hay nada que temer en nuestro país, pues España no es Chipre.

Cuando se produjo el estallido de la crisis griega se decía lo mismo. Resulta evidente que la economía española no es equivalente a la griega o la de Chipre, aunque, tal como se están haciendo las cosas por parte del Gobierno, vamos camino de ello. No se debe olvidar que los grandes incendios se propagan a mucha velocidad, aunque su inicio se haya debido a una cerilla, a una colilla, a una barbacoa, o a cualquier otra circunstancia menor. Lo que se inicia por un hecho menor se puede convertir en algo muy grave si no se ataja a tiempo. Esto es lo que puede suceder, pues más allá del tamaño de las economías, el efecto contagio se produce a través de la banca, siendo gran parte de estas instituciones el origen del problema, tanto en el surgimiento de la crisis como en su desenvolvimiento.

Los dirigentes de la UE están demostrando con sus actuaciones que no hacen otra cosa que improvisar y que no tienen ningún plan, ni siquiera a corto plazo, frente una crisis de gran envergadura y que lleva más de cinco años sin que se pueda afirmar que se está al final del túnel ni mucho menos. Las respuestas que se van dando sobre la marcha solamente tienen una finalidad: rescatar a los bancos y hacerlo a costa del nivel de vida de la ciudadanía mayoritaria. Está claro que lo que se quiere a su vez es desmontar el modelo social europeo allí donde existe en aras de la competitividad. En suma, ser más competitivos pero a cambio de vivir peor, al tiempo que se favorece al 1% más rico de la población y a las empresas multinacionales y grandes bancos.

Gran parte de los males que se están padeciendo se podían haber evitado, por ejemplo si desde el principio de la crisis se hubiera comprado deuda pública de los países por parte del BCE, tal como ha hecho la Reserva Federal. Esto habría logrado que la deuda pública no hubiera estado en tanto volumen sometida a merced de los mercados en un momento, además, en el que el tamaño era muy inferior al de ahora. El endeudamiento creciente, así como al precio tan elevado al que se ha tenido que vender en el mercado, supone una hipoteca para conseguir el crecimiento y para el gasto público del futuro. La emisión de eurobonos, por lo menos hasta el 60% de la deuda sobre el PIB de cada país, hubiera supuesto una deuda apoyada por un gigante económico como la UE y no hubiera sufrida tan elevadas primas de riesgo.

Además de esto, se podría haber ido más lejos en la lucha contra el fraude fiscal a escala europea, la eliminación de los paraísos fiscales, y la implantación de la tasa Tobin. Se podrían haber promovido políticas fiscales progresivas que supusieran una carga tributaria más equitativa y una mayor recaudación que no hiciera tan traumática la reducción del déficit público, el cual tiene que controlarse pero que se puede llevar a cabo de un modo más pausado en el tiempo sin tener que recurrir a las duras políticas de ajuste y los recortes que se están haciendo al Estado de Bienestar.

La UE se encuentra gobernada por grupos conservadores que no solamente quieren llevar a cabo la implantación de su ideario, basado en el fundamentalismo de mercado, sino que demuestran su incompetencia para afrontar una crisis como la que se está padeciendo y que con sus actuaciones no han hecho más que empeorar las cosas. Los sufrimientos de tantas gentes se podrían haber evitado con otra política económica y social. La toma de decisiones se hace de espaldas a los derechos de participación de los ciudadanos en la vida política con lo que supone de deterioro de la democracia.

Se padece, por tanto, una crisis de la democracia capitalista, basada en la economía de libre mercado. Frente a los que conciben Europa como un mercado, una moneda, hay que oponer la Europa de los pueblos, ciudadanos, y social. De momento el parlamento de Chipre ha rechazado las condiciones del rescate, al tiempo que la gente se manifiesta en la calle. Las protestas en la calle en bastantes países son noticia corriente en los diferentes informativos. La rebelión ciudadana pacífica es una forma de luchar contra las imposiciones de políticos y tecnócratas. Pero también habría que dar respuestas políticas participando en las próximas elecciones al parlamento europeo y presentado la izquierda candidaturas unidas para hacer frente a este vendaval neoliberal.