El problema es que esta perturbación sindical se podría evitar perfectamente solamente con moderar los planteamientos que se escuchan un día sí y otro también y que no hacen sino echar leña al fuego, con declaraciones públicas tan inoportunas como innecesarias. ¿Realmente alguien piensa en serio que los problemas fundamentales de la economía española en estos momentos son la falta de flexibilidad que encuentran los empresarios para poder emplear y despedir más libremente? El hecho de que en poco tiempo nos hayamos encontrado con unas tasas de paro espectaculares (20% en total y más del 40% entre los jóvenes) revela que no existen tales problemas para el despido, sino más bien todo lo contrario. Es decir, en España se ha llegado a tal situación de temporalidad y precariedad laboral que nuestra estructura laboral está llegando a operar como un hándicap para el consumo y, por lo tanto, para la recuperación económica, ya que hay demasiadas familias afectadas por inestabilidades económicas e incertidumbres y recortes en los ingresos, que no se atreven a realizar determinados consumos e inversiones.

Lo que está ocurriendo en la realidad concreta de España, y las comparaciones que pueden efectuarse con las experiencias de otros países en los que existe una mayor mentalización keynesiana en estos aspectos, demuestra que para salir de la crisis sin grandes costes sociales son precisos amplios acuerdos entre los interlocutores sociales, en los que todos deben estar dispuestos a ceder algo de su parte para lograr una dinámica efectiva de recuperación, de la que al final todos podrán salir beneficiados. Y allí donde se ha hecho esto, los resultados han sido bastante positivos.

Por eso, es difícil entender el comportamiento de algunos dirigentes de la patronal que al plantear demandas inasumibles, y que además serían ineficientes, están contribuyendo a generar retrasos y dificultades en los acuerdos necesarios, al tiempo que están despertando un clima de alarma y preocupación entre los sindicatos y los trabajadores en general. Clima que, lógicamente, se ve amplificado cada vez que se escucha al más alto responsable del Banco de España echar leña al fuego del despido libre, sin caer en la cuenta –o quizás cayendo– de que no estamos sino ante una estrategia política de erosión del gobierno actual, al que algunos querrían ver o bien rendido y claudicando de sus compromisos electorales de carácter social, o bien tan perdido y acosado que no sienta sino deseos de tirar la toalla política y electoral.

Desde luego, anteponer los intereses políticos y las visiones económicas alicortas a los intereses más de fondo de la recuperación de la economía española a medio plazo es un auténtico disparate, que supone no comprender que en una sociedad democrática compleja como la española es preciso contar con los diferentes agentes sociales y económicos y generar condiciones laborales y socio-políticas razonablemente estables y pacíficas. Por eso, la lógica de la presión unilateral, la estrategia de las zancadillas políticas y el recurso recurrente a los empujones, para lograr que algunos líderes políticos incumplan sus promesas electorales y traicionen a los sectores sociales que les apoyaron, forman parte de una dinámica negativa que, de tener éxito, no conduciría sino a empeorar más las cosas a medio plazo. ¿Es que algunos no se han enterado de que ya tenemos más de un 20% de parados? Y, por cierto, lo que alguien tendría que explicar es ¿qué hace el Gobernador del Banco de España metido en esta disparatada conspiración? ¿Tiene el respaldo del Gobierno que le nombró cuando hace declaraciones tan inoportunas como contraproducentes?