No se prodiga el Museo del Prado en grandes exposiciones temporales, pero cuando afronta una iniciativa de este tenor el resultado suele ser muy positivo. No estamos, desde luego, ante una excepción. El Prado ha organizado la primera gran exposición dedicada a la génesis y la evolución del género pictórico del retrato durante el Renacimiento.

El retrato en primera persona nació precisamente en esta etapa histórica, y tiene su lógica: el Renacimiento situó al individuo en el centro del universo, y no hay género artístico que recree mejor las virtudes y defectos del ser humano. Nuestro primer museo nacional cuenta con la colección de retratos más cuantiosa y relevante del mundo y, probablemente podríamos situar la National Gallery de Londres en segundo lugar. Por esta razón, no cabe sino felicitarse porque ambos museos hayan unido esfuerzos para reunir hasta 126 de las mejores pinturas de todos los tiempos en este particular género.

Durante los siglos XV y XVI se agotaron prácticamente todas las innovaciones posibles en el arte del retrato, y la muestra del Prado las recoge con profusión y acierto. Contemplar en un mismo recorrido obras de Rafael, de Tiziano, de Rubens, de Botticelli, de van Eyck, de Moro, de Lotto, de Memling, della Francesca… satisface la curiosidad intelectual y emociona la sensibilidad cultural.

Los organizadores, además, han incorporado una serie de divertimentos que añaden interés suplementario a la exposición. Así, junto a los retratos de perfil sobre tela de los reyes y emperadores, se muestran también las monedas que inspiraron tal técnica. Al lado de algunas de las obras más acabadas de la historia de la pintura universal, aparecen los bocetos que ayudaron al creador. Y la dirección del Prado ha decidido incluir en la muestra la clásica escultura de Carlos V que adorna habitualmente su puerta de Goya, si bien ahora… despojado de su armadura y desnudo.

Una oportunidad que no pueden perderse los buenos amantes del buen arte histórico.