Como todo espectáculo televisivo, estos programas miden su éxito o su fracaso en términos de share o cuota de pantalla. El espacio triunfa si mantiene frente al televisor a un número de espectadores mayor que los programas de la competencia, independientemente de que el debate o la entrevista hayan ayudado o no a aclarar o a resolver uno u otro asunto de interés social. Si el programa no obtiene los números esperados, se cambia por otro, sea un nuevo “pressing catch”, político o deportivo, sea un concurso, una película o un karaoke.
Claro está, la agenda de los temas a tratar se decide entre los especialistas en audiencias televisivas, y no entre quienes puedan conocer en mayor medida la naturaleza de los problemas sociales y políticos de interés general. Por eso prácticamente no se habla de la calidad de los empleos, de los problemas de muchas familias para pagar las matrículas universitarias de sus hijos o de las ayudas menguantes a las personas dependientes, por ejemplo. Los temas con más impacto mediático son los escarceos amorosos del presidente extremeño, las andanzas de Nicolás o la competencia de monólogos estériles entre Rajoy y Mas, por ejemplo también.