Sin embargo, Iniciativa per Catalunya-Verds en esta ocasión ha caído relativamente menos en las urnas (2 puntos y medio y dos escaños). Pero ello no impide que el retroceso general de las izquierdas en Cataluña haya sido verdaderamente espectacular.

Los avances importantes del PP y el mantenimiento de Ciutadans (que gana algo en porcentaje de votos) revelan, por su parte, que un sector apreciable –y en ascenso– del electorado catalán se sitúa en posiciones alejadas de determinadas derivas nacionalistas. Y este electorado tiene partidos en los que proyectar sus posiciones en los espacios políticos de la derecha y el centro-derecha.

Desde una óptica general, las elecciones catalanas han significado un triunfo claro del nacionalismo centrista de Convergencia i Unió, aunque sin llegar a obtener una mayoría absoluta. No obstante, con 62 escaños tiene un margen razonable como para poder gobernar con acuerdos concretos. Lo cual es harto probable que requiera una mayor interconexión activa con la política general española, en la perspectiva de poder garantizar mayor estabilidad en las orientaciones de fondo, sobre todo en la política económica, en momentos tan sensibles como los actuales. De ahí que no deban desecharse acuerdos más de fondo, bien con el PSC, o bien con el PP, en función de la propia evolución general de la situación española.

De momento, no obstante, los acuerdos más verosímiles –y que podrían proyectar una imagen de mayor confianza y fortaleza– serían unos acuerdos entre CIU y el PSC, que en la medida en que son los dos principales partidos políticos de Catalunya podrían sentar las bases de una gran coalición que, en estos momentos, sería bien acogida por amplios sectores de la opinión pública y de los intereses económicos y sociales en presencia.

En cualquier caso, la cercanía de CIU a la mayoría absoluta hace que esta hipótesis, parlamentariamente, se sitúe inicialmente más en el plano de lo “conveniente”, que en el de lo absolutamente necesario. Por lo que habrá que ver cómo evoluciona un Parlamento catalán, en el que ahora hay menos representantes de izquierdas y más voces soberanistas e independentistas, entre otras la del nuevo Partido de Laporta, que obtiene de entrada 4 escaños.

En su conjunto, los comicios catalanes, más allá de las variables nacionalistas, muestran un cierto giro del electorado hacia el centro. Y también hacia el distanciamiento político. Todo lo cual brinda elementos importantes para la reflexión y el análisis político, que no deberían demorarse.

Finalmente, habría que subrayar que en esta ocasión los apreciables errores de pronóstico que se han registrado en determinados sondeos pre-electorales revelan que actualmente existen demasiadas cautelas a la hora de identificar las tendencias electorales de fondo que están dándose en la sociedad española, no sólo en Cataluña. “Cautelas” y posiblemente incluso vértigo por parte de algunos analistas y centros demoscópicos, que no acaban de creerse los datos que apuntan hacia auténticos corrimientos de tierra en los mapas electorales y socio-políticos. Lo cual está impidiendo que desde la izquierda se pueda reaccionar debidamente. Esperemos que lo ocurrido permita aprender la lección.