La publicación de la Encuesta de Población Activa (EPA), del II Trimestre de 2015, ha confirmado la evolución precaria de nuestro mercado de trabajo, la utilización triunfalista de los datos económicos y de empleo de que hace gala el Gobierno de Rajoy y, finalmente, ha dejado bien claro en qué se basarán los fundamentos de la campaña del PP relacionada con las elecciones generales, a celebrar a finales del presente año.

Las buenas cifras de la reciente EPA muestran, a pesar de todo, que el empleo creado se debe a actividades estacionales (fundamentalmente al excepcional año turístico y al sector servicios) y, además, resulta precario y de marcado carácter temporal. Concretamente, el porcentaje de temporalidad supera el 25% de los asalariados y certifica, según UGT, que por cada trabajador que se contrata de forma indefinida en la actualidad hay cinco trabajadores temporales más.

El trabajo a tiempo parcial también se consolida como un elemento fundamental de nuestro mercado de trabajo y alcanza al 15,77% del conjunto de los asalariados y, lo más grave de la situación, el 63,3% de los contratos a tiempo parcial son involuntarios. Por otra parte, la extensión creciente del desempleo de larga duración, junto al volumen de hogares con todos sus miembros en paro (757.200 hogares carecen de ingresos), una tasa de cobertura por desempleo en descenso (3,7 millones de desempleados no reciben ninguna prestación, lo que significa que, desde que Rajoy llegó a la Moncloa, se contabilizan 700.000 parados más sin prestación) y la escasa eficacia de las políticas activas de empleo acaban por configurar un mercado de trabajo débil y altamente fragilizado y con serias dificultades para competir en un mundo globalizado y altamente competitivo.

A pesar de esta realidad tangible, Rajoy sigue insistiendo (con un triunfalismo sin fundamento) en que nos encontramos a la cabeza de la UE en términos de crecimiento económico y creación de empleo, sin valorar que el empleo que se está creando es un empleo estacional (muchos de los contratos desaparecerán después del verano), temporal, parcial, precario y de muy baja remuneración (empleo basura). Lo más preocupante de todo ello es que esas declaraciones van a ser la base de la campaña electoral del PP, al amparo de su mayoría absoluta en el parlamento, del control que ejerce sobre los medios de comunicación públicos y del apoyo que viene recibiendo de los poderes fácticos (incluidos los sectores financieros y mediáticos) en defensa de las políticas neoliberales que son en la actualidad las hegemónicas en la UE.

En coherencia con ello, el Plan Anual de Políticas de Empleo (PAPE- 2015), aprobado recientemente por el consejo de ministros (sin participación sindical), parte de un diagnóstico distorsionado y triunfalista de nuestro mercado de trabajo (a pesar de los más de cinco millones de trabajadores en paro) encaminado exclusivamente a glosar la reforma laboral y enfatizar de manera absurda el crecimiento económico y la creación de empleo indefinido y a tiempo completo. Por el contrario, el PAPE-2015 no contempla ningún tipo de crítica a la realidad actual y hace abstracción de la debilidad cualitativa de nuestro mercado de trabajo, donde prima la precariedad laboral, los bajos salarios, la escasa financiación de las políticas activas de empleo y la falta de oportunidades de los desempleados jóvenes y de los parados de larga duración en busca de un empleo.

A pesar de todo ello, el éxito que pueda alcanzar esta vulgar propaganda no se puede descartar de ninguna manera. En una situación como la actual, el miedo y la duda sobre el próximo devenir económico y social pueden acrecentar el carácter conservador de importantes extractos de la clase media e, incluso, del proletariado que mejor ha sorteado la crisis. No debemos olvidar que los efectos de esta bochornosa propaganda pueden producir estragos en las aspiraciones de los ciudadanos a la hora de desarrollar una política de cambio (en tiempos de turbación no hagan mudanzas) y, además, puede reafirmar el voto conservador de muchos pensionistas, trabajadores cualificados con empleo y pequeños accionistas.

Por eso, la oposición y los sindicatos deben seguir denunciando esta situación y ofrecer alternativas constructivas a nuestro principal problema: el empleo. El cambio de nuestro modelo productivo, una apuesta decidida por las políticas activas de empleo y la búsqueda de nuevos yacimientos de empleo deben prevalecer y ser prioritarios en los próximos años si queremos competir con garantías de éxito en un mundo globalizado. El hecho constatable de que Andalucía (30,98%), Canarias (30,30%) y Extremadura (29,56%) –dependientes del turismo, la agricultura y los servicios- tengan la tasa de paro más alta de nuestro país y Navarra (12,55%), País Vasco (15,98%) y La Rioja (16,39%) la tasa más baja (con economías mucho más diversificadas), confirman la importancia capital que tiene en nuestro país el modelo productivo, la dimensión de nuestras empresas (atomización empresarial ) y la industrialización; y, por el contrario, certifican la escasa repercusión que tiene en la creación de empleo la legislación laboral que, no lo olvidemos, tiene ámbito nacional y, por lo tanto, afecta por igual a todas las CCAA, que, sin embargo, alcanzan resultados distintos en relación con las cifras de desempleo (datos EPA seleccionados por Alberto Pérez), lo que confirma su nulidad en la creación de empleo y el carácter ideológico y desestabilizador de la nefasta reforma laboral.

En todo caso, los partidos progresistas deben encabezar un gran debate sobre el empleo en la UE, basado en ocho ejes fundamentales: redimensionar el Plan Juncker de inversión y crecimiento económico, en base a las propuestas de la Confederación Europea de Sindicatos (CES); desarrollar un paquete ambicioso sobre políticas activas de empleo; reflexionar a fondo sobre el reparto del trabajo existente en la UE; potenciar la intermediación pública en la contratación y propiciar la colaboración de las agencias privadas de contratación; armonizar la política fiscal (para financiar la inversión, las políticas activas de empleo, la investigación, la innovación y la industrialización); estimular la búsqueda de nuevos empleos: medioambientales (verdes), sociales (dependencia y educación 0 a 3 años) y varios (reforestación, limpieza de montes, restauración de edificios…); responder a la pobreza y a la exclusión social de los jóvenes y parados de larga duración sin cobertura por desempleo; y garantizar la sostenibilidad de la política de empleo (que deberá ser consensuada) desde el punto de vista económico y medioambiental.

Estos ejes relacionados con la consecución del pleno empleo deben ser los puntos fundamentales de la próxima campaña electoral de los partidos progresistas y serán los mejores antídotos contra la propaganda y la política mediocre y cortoplacista del Gobierno Rajoy, encaminadas, únicamente, a conseguir que el PP siga gobernando en los próximos cuatro años sin ofrecer un proyecto ilusionante, modernizador y capaz de responder a las necesidades reales de los más desfavorecidos. Ello debe de hacerse sin complejos, a sabiendas de que ese esfuerzo resulta coherente con las aspiraciones de los ciudadanos y con un futuro próspero y esperanzador para nuestros jóvenes. Dando por hecho que el marco de convivencia para el desarrollo de esta política debe garantizar la erradicación de la corrupción y la honradez de su clase política (ha quedado fehacientemente demostrada la inmoralidad e ineptitud de algunos responsables del PP) y la consiguiente regeneración democrática. No es de recibo que sigamos a remolque de escándalos mayúsculos de corrupción (caso Gürtel, Púnica, Bárcenas…) sin que nadie asuma responsabilidades políticas y tome decisiones contundentes y creíbles para la ciudadanía.

Otras políticas, a pesar de su gran importancia, pueden esperar; incluidos los debates sobre la reforma constitucional, el Senado, la estructura territorial, el Estado Federal, los símbolos y banderas, entre otros asuntos. Estaremos atentos y volveremos en septiembre…