Como señala el pensador alemán Oskar Negt en “Rosa Luxemburgo y la renovación del marxismo” en la “Historia del marxismo” (Editorial Bruguera, 1980), en las manifestaciones organizadas de apoyo a Vietnam en 1968, junto a los retratos de Che Guevara y Ho Chi Min se alzaban con orgullo los de Karl Leibknecht y Rosa Luxemburgo. De ellos se admiraba la firmeza política y la integridad moral con la que habían combatido la aventura imperialista de la primera guerra mundial, y a ellos se ligaban las esperanzas de la renovación del movimiento socialista.

Tengo que reconocer que, independiente de las diferencias que pueda tener con el pensamiento político y económico de Rosa Luxemburgo, siempre ha sido un personaje que me ha seducido y que he valorado. Dos hechos influyeron en esta apreciación tan positiva. Hace tiempo, viendo por televisión una serie sobre la biografía de Rosa Luxemburgo, Einstein al enterarse de su muerte dijo: “Ha muerto una gran mujer”. Que esto lo dijera el gran físico, descubridor de la teoría de la relatividad, aumentó el interés que sentía hasta entonces por la personalidad de Rosa Luxemburgo. Otro hecho fue la lectura, ya lejana, de un ensayo del historiador E. H. Carr sobre “Rosa la roja” en “1917 antes y después” (Anagrama, 1969), y que no sólo me gustó, sino que realmente me conmovió.

E. H.Carr, el gran historiador que escribió diez tomos sobre la revolución bolchevique y los primeros pasos de la construcción del socialismo en un solo país, y que es la mejor historia que se haya escrito sobre este asunto, dice en el ensayo mencionado: “Sin embargo, la profunda impresión que causó entre sus contemporáneos y camaradas ha sido universalmente reconocida. Su único éxito acaso resida en su capacidad para combinar el espíritu de compasión y de indignación ante los inmerecidos sufrimientos inflingidos por un sistema social insensible -y que era fundamentalmente la razón que respaldaba al socialismo en cuanto doctrina de cruzada-, con un frío y riguroso análisis intelectual de las condiciones en que este sistema florecía, y por las que finalmente sucumbió”.

En este frío y riguroso análisis intelectual es en el que hay que situar su contribución hecha en el libro “La acumulación de capital”. Una muestra de su importancia es que, a pesar de la controversia que ha creado, relevantes economistas académicos no marxistas, aunque eso sí heterodoxos, le han prestado atención y le atribuyen cierta significancia, como es el caso de Joan Robinson, quien señala en la introducción de una de las traducciones al inglés que Rosa Luxemburgo es alguien a tener en cuenta. A su vez otro importante economista de nuestros días, Pasinetti, en su libro “Crecimiento económico y distribución de la renta” (Alianza Editorial, Madrid 1978), la menciona junto con otros marxistas que pusieron de manifiesto la brecha que se abría en la economía entre la producción potencial y la demanda efectiva. También cabe señalar que Kalecky, en su contribución que se anticipó a la gran aportación de Keynes, la había estudiado junto con Marx.

Rosa Luxemburgo se sitúa en la corriente de economistas que han dado importancia a la insuficiencia de la demanda efectiva, y ello lo hace corrigiendo los esquemas de reproducción de Marx. Este énfasis en la insuficiencia de la demanda efectiva no fue lo que predominó, por lo general, en las grandes corrientes del pensamiento económico hasta los años treinta del siglo XX, salvo la excepción de Malthus. Se puede decir, por tanto, que Rosa Luxemburgo se anticipó en su análisis a los economistas académicos que prestaron atención a esta cuestión cuando tuvieron ante sí las terribles consecuencias de la gran depresión de los treinta.

También se sitúa en la corriente de los marxistas que han tenido continuidad posterior, como es el caso de Sweezy y Baran, por citar analistas de los más destacados y conocidos, que han centrado sus análisis, aunque no sólo, en la insuficiencia de la demanda efectiva como una de las contradicciones del sistema capitalista. Este planteamiento ha sido criticado por otros autores marxistas, que consideran que no se ajusta al verdadero análisis de Marx. No obstante, en éste sí podemos encontrar alusiones en su obra al problema de la demanda, como son las dificultades que surgen a la hora de realizar la plusvalía.

Por tantas cosas, como fue también su crítica a las prácticas de Lenin cuando analiza la revolución rusa, lo que explica en parte su evolución y fracaso, no está de más que recordemos a esta gran mujer, militante y teórica, en el noventa aniversario de su terrible asesinato, y cuando tenemos una gran crisis ante nosotros que se manifiesta entro otros factores como una crisis de demanda.