Desde hace unos cuantos días, diversos ministros del Gobierno, responsables del PP y el propio presidente del Gobierno están poniendo en valor los últimos índices de crecimiento económico y de creación de empleo relacionados con el pasado año. Incluso, están divulgando, en clave electoral, unas previsiones económicas para el presente año que sitúan el crecimiento de nuestra economía por encima del 2%, por lo tanto a la cabeza de la Unión Europea.

En esta valoración no se menciona la abultada deuda pública (supera el billón de euros y los intereses de la deuda suman 36.500 millones de euros anuales); el enorme paro estructural; la fuerte caída de los salarios; el deterioro de la protección social (pensiones y dependencia); y de los servicios públicos (sanidad y educación). Tampoco se dice nada sobre lo que está pasando en el mercado de trabajo: caída de la población activa, contratación temporal, contratos a tiempo parcial involuntarios, contratación a cero horas (a disposición del empresario a cualquier hora), horas extraordinarias no pagadas, falsos autónomos, becarios en prácticas sin derechos…, lo que ha terminado por generar una profunda desigualdad y pobreza como recogen los informes de Cáritas, Cruz Roja y FOESA -entre otras asociaciones y ONG relacionadas con esta materia-, que nos sitúa a la cabeza de la Unión Europea en los índices de malestar social.

La reciente Encuesta de Población Activa (EPA, IV trimestre) muestra que el año 2014 se cerró con 17.569.100 ocupados y 5.457.700 personas en el desempleo, 23,70%, tres centésimas más que en el trimestre anterior y dos puntos menos que en el año anterior. El aumento de las personas que han buscado trabajo en el IV trimestre (por primera vez en el último año y medio), ha deparado la subida del paro en 30.100 personas, dado que la creación de empleo en 65.100 personas no ha podido absorber los 95.200 nuevos demandantes de empleo en los últimos tres meses. A pesar de ello, el balance anual en términos cuantitativos es positivo: el paro se reduce en 477.900 personas y la creación de empleo alcanza los 433.900 puestos de trabajo, aunque todavía tenemos 182.000 parados más de los que se encontró el PP al llegar al poder y la tasa de empleo se sitúa en tan solo el 57,6%.

Sin embargo, una vez más, el empleo creado es marcadamente temporal y precario, lo que confirma que el mercado de trabajo en nuestro país se ha precarizado de manera constante en los últimos años y que la destrucción de empleo y el consiguiente aumento del paro ha estado acompañado del empeoramiento de las condiciones de trabajo. Según se contempla en el informe de UGT sobre las horas de trabajo y la jornada laboral en el periodo 2008-2014, el mercado de trabajo en el tercer trimestre de 2014 contemplaba casi 3,5 millones de ocupados menos, además de 108 millones de horas de trabajo efectivas por debajo de las del tercer trimestre de 2008 (una caída superior al 18%).

Por otra parte, el informe señala que la destrucción de empleo se ha manifestado también en un descenso del número de asalariados que efectúan horas extraordinarias y en una reducción del total de horas extraordinarias realizadas. Del total de asalariados que han efectuado horas extraordinarias en 2014, casi 600.000 trabajadores, más de la mitad, no las cobró (alrededor del 56%) mientras que en el año 2008 esto sólo ocurría con el 35% de los asalariados que hacían horas extras.

En este mismo sentido, la contratación temporal, en buena medida sin causa que lo justifique, ha aumentado en el último año: el número de los contratos temporales ha subido el 5,3% frente a los indefinidos que solamente crecen un 1,98% y, a pesar de los incentivos del Gobierno a este tipo de contratación, la temporalidad alcanza el 24,2% de los asalariados. A ello hay que añadir la contratación a tiempo parcial que se sitúa, por el momento, en niveles inferiores a los de los países europeos, a pesar de que con el contrato a tiempo parcial involuntario ocurre todo lo contrario. Así es, los datos del cuarto trimestre de 2014 contemplan que el número de asalariados a tiempo parcial aumentan hasta superar el 16%, de los cuales trabajan a tiempo parcial de manera involuntaria casi 1,8 millones. Por lo tanto, más de la mitad de los trabajadores a tiempo parcial lo hacen de forma involuntaria y, en concreto, alcanzan el 62,7% de la totalidad del empleo a tiempo parcial, A ello hay que añadir un hecho relevante: hasta ahora el contrato a tiempo parcial estaba protagonizado por mujeres, mientras que ahora, a pesar de seguir siendo un tipo de empleo básicamente femenino, donde más ha crecido es en los hombres. Concretamente, casi el 61% de las mujeres que trabajan a tiempo parcial lo hacen por no haber encontrado un trabajo a tiempo completo, frente a un 33% antes de la crisis, mientras que en el caso de los hombres la cifra alcanza el 69,5%, cuando antes de la crisis era del 32%.

A ello hay que añadir la caída de los salarios, como lo confirman los datos de inflación del pasado año 2014 (-1%). Desde 2009, los hogares han perdido más del 10% de su renta, mientras que la renta por persona descendió un 7%. Por otra parte, según los últimos datos de Eurostat, España se encuentra por debajo de la media de renta por habitante del conjunto de la UE-28 (95 puntos sobre 100), lo que confirma la pérdida de posiciones a lo largo de la crisis (en 2013 se distanciaba 8 puntos del valor logrado en 2008 y 13 puntos de la zona euro) y la paulatina transferencia de rentas del trabajo al capital. Si nos referimos a datos más actualizados y concretos, el incremento salarial medio negociado en los convenios registrados hasta diciembre de 2004 fue del 0,57%, afectando este incremento a sólo 4.755.972 trabajadores (el resto sin convenio están indefensos) y, por si esto fuera poco, la cláusula de revisión salarial se contempló en sólo el 12,5% de los convenios, lo que ha puesto a prueba la capacidad de sacrificio de los trabajadores y la responsabilidad y moderación de los sindicatos.

La situación de nuestro mercado de trabajo se agrava si analizamos los intolerables datos de desempleo de larga duración, que afecta a más de 3,3 millones de personas. En 2008 más del 20% de los desempleados llevaban más de un año buscando un empleo, un porcentaje que se eleva al 61,4% en el cuarto trimestre de 2014, siendo cada vez mayor la incidencia de las personas que llevan buscando empleo durante más de dos años, que alcanza nada menos que al 43,7% de los desempleados. A todo ello hay que añadir que la cobertura de desempleo ha caído bruscamente, hasta el 57,8% (el 45% si nos referimos a los desempleados EPA), veinte puntos menos que en el año 2010, lo que confirma la nula sensibilidad social del actual Gobierno y el reparto injusto y desigual del costo de la crisis.

En definitiva, los datos ofrecidos por la reciente EPA corroboran un incremento moderado de algunos indicadores económicos y del empleo. Sin embargo, también constatan que el Gobierno carece de una política de empleo y que ha sido incapaz de fomentar la creación de empleos de calidad, bien remunerados, con la estabilidad necesaria y con mejores condiciones de trabajo.

No es extraño en estas circunstancias que la izquierda y los sindicatos reclamen a medio y largo plazo un cambio de modelo productivo, políticas activas de empleo, cualificación suficiente para responder a la demanda tecnológica, intermediación eficaz de las oficinas públicas de empleo, respeto a la autonomía de los interlocutores sociales (negociación colectiva) y revisar periódicamente el capítulo de subvenciones y bonificaciones a las empresas, que alcanzan resultados escasos y desalentadores.

En resumen, demandan una política de empleo consensuada que el Gobierno nunca ha estado dispuesto a asumir, ante la falta de voluntad política, una desfavorable relación de fuerzas en la UE y la carencia de las ideas necesarias para combatir el desempleo; al margen de los destrozos causados en el mercado de trabajo por la reforma laboral: devaluación salarial, despido barato, precariedad, desregulación del trabajo y desplome de la prestación por desempleo, cuyo corolario está a la vista: profunda inseguridad, desigualdad y pobreza para muchas personas.

Para remediar esta situación, la gran mayoría de los analistas coinciden en que, a corto plazo, hay que poner freno a la austeridad, apostar por un mayor crecimiento de la economía, mutualizar la deuda de los países de la UE y relanzar el consumo a través del incremento de los salarios y de su poder adquisitivo.

En coherencia con este último punto, los sindicatos están impulsando un nuevo acuerdo de referencia para la negociación colectiva para los tres próximos años, que debería contemplar el crecimiento de los salarios, la cláusula de revisión salarial y el reparto de los beneficios que se están generando por el aumento de la productividad en las empresas. Una política rechazada por la CEOE que, al amparo de la reforma laboral y de la crisis, está recibiendo el aliento explícito del Banco de España y sobre todo el apoyo soterrado del Gobierno en su apuesta clara por la devaluación salarial.

Por eso, en la UE, y particularmente en España, es más necesario que nunca que la socialdemocracia abra, por primera vez, y en profundidad, un debate de ideas sobre el pleno empleo: desempleo de carácter estructural (los empleos perdidos no volverán), parados de larga duración (excluidos del mercado de trabajo), desempleo juvenil (la mayoría de la generación más preparada no tiene otra salida que la dependencia de sus padres, la salida al exterior o un empleo basura), reparto del trabajo existente (jubilación y jornada), prestaciones por desempleo, políticas activas de empleo, papel de las oficinas públicas de empleo (con un papel residual y lamentable en la intermediación laboral), subvenciones y bonificaciones a la contratación, participación de las agencias privadas de colocación en la intermediación del mercado de trabajo…

El intenso proceso electoral que vamos a vivir este año debe ser aprovechado para debatir estos asuntos -que son los que preocupan a los ciudadanos-, evitando así la propaganda del Gobierno y la discusión sobre problemas domésticos y sin interés que no tienen ninguna repercusión positiva en los más afectados por la crisis. Debemos recordar, una vez más, que el empleo de calidad y con derechos es lo que verdaderamente importa en términos económicos y sobre todo sociales…