Las Encuestas pre-electorales muestran significativos grados de cansancio y distanciamiento político de los ciudadanos. Entre el electorado del PSOE existe falta de sintonía con determinados enfoques y prioridades y una cierta conciencia crítica sobre las carencias y la falta de empuje –y/o proyección pública– de las políticas sociales. Entre el electorado moderado del PP existe alarma por la radicalización de los discursos políticos y por el clima de confrontación civil. Entre los votantes de IU también hay desorientación y un cierto hartazgo por las querellas internas y las peleas interminables en torno a las listas electorales.
Sin embargo, los niveles de “lealtad” de voto, en general, son bastante más elevados entre la derecha que en la izquierda. El PP está manteniendo a su electorado altamente tensionado, con planteamientos emocionales y recurrentemente “anti”. Los “proyectos” y “alternativas” prácticamente no cuentan, lo importante es oponerse y “desalojar” del poder a los que actualmente lo ocupan.
El problema es que esta “negatividad” estratégica puede ser rentable si los electores de la izquierda permanecen desmovilizados en mayor grado. El único riesgo es que, en algún momento de tan ardorosa pelea, los estrategas del PP se “pasen” y asusten a una parte de su electorado, que podría acabar dándoles la espalda.
En la izquierda, la principal tentación, y probablemente también el mayor riesgo, es recurrir a la misma estrategia y hacer un discurso político igualmente negativo, intentando elevar los diapasones emocionales para movilizar a sus electores potenciales ante el “peligro” de la derecha. Lo cual acabaría contribuyendo, a su vez, a alimentar el discurso del PP sobre el “peligro” de la izquierda.
Peligro por peligro, existen altas probabilidades de que las próximas elecciones se decanten no en virtud de consideraciones sobre la bondad de los programas o de los candidatos, sino de equilibrios de negatividades generales. Lo cual no es bueno para la funcionalidad de nuestra democracia ni para la credibilidad de nuestras instituciones.
Por ello, la izquierda no debe caer en la trampa de la espiral de negatividades y crispaciones, tanto por razones de fondo –porque la democracia social es un valor a medio y largo plazo–, como de estrategia, ya que los climas de crispación y de tensión negativa –“tú más”– afectan en mayor grado a los electores de izquierdas y promueven en mayor grado la abstención entre sus votantes potenciales.