No comparto ninguna de esas afirmaciones, pero antes de entrar en el fondo de la cuestión, me pregunto ¿Por qué lo hacen?. Decir que en España no hay democracia, aparte de una estupidez, es insultante para los cientos de miles de españoles que lucharon y dieron sus vidas para que en este país dejara de existir una dictadura. Pero además, desde un punto de vista analítico, en España la tasa de legitimación democrática, es decir, el porcentaje de personas que indican que la democracia es preferible a cualquier otra forma de Gobierno ha pasado del 49 por ciento en 1975 al 79,9 por ciento en 2009, un 30,9 por ciento más.

Equiparar las acampadas del 15-M con las revueltas árabes, es olvidar el pequeño detalle de que esos regímenes eran dictaduras y nosotros vivimos en un país donde los ciudadanos, todos los ciudadanos, votan libremente sus gobiernos. Y justificar comportamientos fuera de la ley e incluso la violencia de grupos radicales, que son rechazados por los propios componentes del movimiento 15-M, es sinónimo de todo menos de democracia, porque cuando la palabra es aplastada por la violencia aparece la tiranía y el fascismo.

En España hay democracia, y además nos ha sentado muy bien económica, social y políticamente como demuestran los siguientes datos: la tasa de actividad de las mujeres ha pasado del 27,8 por ciento en 1975, al 51,5 por ciento en 2009, un 23,7 por ciento más; los alumnos matriculados en educación universitaria han pasado de 587.438 en 1975, a 1.408.674 en el año 2009, es decir, 821.236 alumnos más; los parados de larga duración han descendido en ese periodo en 154.500 personas; la productividad del trabajo desde 1975 a 2009 ha subido un 19,9 por ciento; la renta familiar neta disponible per cápita en euros ha pasado de 2.199 € en 1975 a 9.560 € en el año 2009; el PIB de 35.277,60 en 1975, a 1.088.502,00 en el año 2009.

Pero aunque los datos nos avalan, vivimos una crisis de la democracia que hay que resolver. Por una parte, cada vez más gente enarbola la bandera de la democracia como avance civilizatorio para sus vidas, pero cada vez más se cuestiona la eficacia de la democracia. Es cierto, la democracia representativa tiene que superar sus defectos y limitaciones. La concentración de la riqueza en una elite económica muy reducida en número, el intento de reemplazar la noción de ciudadano por la de consumidor, es decir, la economización de la vida política y social, ha incrementado las desigualdades y está afectando de forma directa al buen funcionamiento de nuestra democracia y de nuestra vida.

En democracia no todas las alternativas son iguales. Lo primero que hay que aclarar, es que esta realidad que sufrimos es el resultado de la política neoliberal, donde la economía prima sobre la política, donde el poderoso manda sobre el ciudadano corriente. ¿Cómo lo han hecho? Debilitando a los actores principales de la democracia: El Estado, los partidos políticos, los sindicatos, y a los ciudadanos. Fomentando el discurso de la apatía política y el rechazo hacia los representantes elegidos democráticamente mediante el voto, para que ellos pudieran conformar mayorías de poder y electorales donde no son mayoritarios.

Si pretendemos avanzar en democracia, hay que rechazar la versión moderna del liberalismo, aunque solo sea porque no ha sabido resolver ningún de los grandes problemas sociales de nuestro tiempo.

La democracia es un sistema social de equilibrios que tiende a buscar nuevos ajustes de representación cuando éstos se ven alterados. Y como ahora es necesario un nuevo equilibrio con un nuevo contrato social, tenemos que decir alto y claro que la democracia implica la socialización de todos los poderes. Y cuando digo todos, es todos, no solo la política y sus representados, sino también la economía. Por este motivo, hay que buscar la extensión de las prácticas y procedimientos democráticos en las diferentes esferas sociales y en todos los ámbitos, porque la idea de libertad, igualdad y de participación es indivisible.

¿Cómo hacerlo? La cuestión fundamental es la necesidad de evitar concentraciones excesivas de riqueza y de poder que lleguen a ser disfuncionales para la sociedad y que impidan una participación de todos los ciudadanos en condiciones de igualdad. Frente a un Platón que vinculaba el régimen democrático a la anarquía, nosotros luchamos por más y mejor democracia como vehículo para conseguir la libertad y la igualdad efectiva de todas las personas.