Gran parte del anterior artículo basculaba sobre el contenido de los Informes de los Grupos primero y segundo del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC, siglas de su denominación en inglés, en lo sucesivo) que constituyen parte del 5º Informe, cuya síntesis se publicará en octubre de este año, con la función básica de servir de referencia científica para las reuniones de la COP de Cambio Climático de Naciones Unidas, la última de las cuales se ha celebrado en Bonn, en marzo de este año. Por desgracia, hasta ahora el éxito de esta influencia científica sobre las decisiones políticas adoptadas ha sido muy reducido. Y los riesgos de la ciega dinámica en que estamos inmersos, para la población y para la evolución potencial del planeta, no dejan de incrementarse.

El 13 de abril se ha publicado el Informe del tercer -y último- Grupo de trabajo del IPCC (www.ipcc.ch), con una intención claramente constructiva, tratando de establecer las medidas necesarias para evitar que la temperatura media del planeta se incremente más allá de los 2ºC, que es la temperatura establecida como límite para que la gravedad de las consecuencias para el propio planeta, y para la humanidad, puedan considerarse soportables.

La gravedad de las afirmaciones científicas que contienen los tres documentos (Grupos de trabajo I, II y III) de este 5º Informe del IPPC obliga a realizar una breve presentación de la historia del propio IPCC, y a referirse a los cada vez más numerosos grupos científicos que consideran demasiado conservadores los Escenarios tenidos en cuenta por el IPCC, y recogen Escenarios tendenciales, si no cambian las políticas globales, que no cabe más que llamar apocalípticos (lo que no quiere decir que no sean científicamente posibles)por sus consecuencias sobre la humanidad. Excluimos de esta breve historia de “grupos científicos”, por su absoluta desautorización contrastada, a los “primos de Rajoy” y a los “científicos pagados” por multinacionales (del petróleo y otras) que tras las denuncias y pruebas presentadas contra ellos en revistas de trascendencia mundial han optado por un prudente silencio, buscando la desautorización de las aportaciones del IPCC, o del resto de grupos científicos fiables, con aportaciones de “noticias tendenciosas y malintencionadas” en los medios de comunicación por ellos subvencionados, y en la propia marginación de este tipo de noticias ambientales en los mismos. En todo caso, sus objetivos son cubiertos extraordinariamente bien, y el conocimiento y concienciación de lo que sucede por parte de la población es absolutamente marginal.

Pero volvamos a la breve historia del IPPC y del estudio científico de los procesos de cambio climático. Las primeras aproximaciones científicas al mismo aparecen ya en el siglo XIX, ligadas a los procesos industriales contaminantes asociados al uso del carbón como consecuencia de la revolución industrial. La preocupación va creciendo a medida que nuevos instrumentos de medida permiten ir constatando hipótesis científicas basadas en leyes de la física y de la termodinámica, fundamentalmente, y en el análisis concreto de procesos puntuales claramente asociados al calentamiento derivado del cambio climático, como son el deshielo de glaciares, la regresión del hielo en ambos polos, o la progresiva invasión del mar de pequeñas islas pobladas. Esta creciente preocupación lleva a que, en 1988, el PNUMA (Programa para el Medio Ambiente de Naciones Unidas) y la OMM (Organización Meteorológica Mundial) creen el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC), ratificado posteriormente por la Asamblea de Naciones Unidas. En 1990 publica su primer Informe que sirvió de base para la creación de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, aprobada en 1992, quedando como Objetivo del IPCC, tras la COP de Rio sobre Desarrollo Sostenible de 1992, el de trasladar a la población y a la citada Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, Informes contrastados científicamente, que incluyan las medidas necesarias para evitar el calentamiento global por encima de 2ºC, detallando el grado de fiabilidad y de acuerdo entre los expertos científicos participantes, que cada una de las conclusiones de dichos Informes presentan. El propio IPCC se define como “el órgano internacional encargado de evaluar los conocimientos científicos relativos al cambio climático” y centra su objetivo en “facilitar a las instancias normativas evaluaciones periódicas sobre la base científica del cambio climático, sus repercusiones y futuros riesgos, así como las opciones que existen para adaptarse al mismo y mitigar sus efectos.”

Los procesos de contrastación científica mantenidos y la exigencia de construcción de Escenarios que cumplan los Objetivos establecidos por Naciones Unidas, dan lugar a que el contenido de sus Informes sea considerado como conservador por muchos científicos del área, y la viabilidad de muchos de los Escenarios que el IPCC considera (del orden de 900 en su último documento), como muy optimista y poco realista. Aspectos que, por su trascendencia, merecerán un breve comentario final.

Ya nos hemos referido en estas páginas, en noviembre de 2013, a las conclusiones del primer grupo de trabajo, de septiembre de 2013, de este 5º Informe (FifthAssessmentReport-AR5), y a las del segundo grupo encargado de estudiar los impactos del cambio climático y las posibilidades de adaptación, de marzo de 2014, en nuestro anterior artículo, destacando sus efectos sobre las costas españolas. En este artículo nos centramos en las conclusiones de las aportaciones del tercer grupo, publicadas el 13 de abril de 2014. Y la primera, y más grave, es que, amedida que el IPCC va contrastando datos y trabajos científicos, va ampliando, a peor, las consecuencias previsibles de la concentración de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en la atmósfera, y sus consecuencias sobre el calentamiento global. Así, se señala que“las emisiones de gases de efecto invernadero se aceleran a pesar de las medidas para reducirlas” (se han multiplicado casi por seis las emisiones de GEI: de 0,4% de crecimiento anual de 1970 al 2000, a 2,2% anual desde 2000 a 2010). Y que la principal causa de los incrementos directos anuales de emisiones entre 2000 y 2010 han sido, fundamentalmente, la producción energética (47%), la industria (30%), el transporte (11%) y la edificación (3%). De las emisiones de 2010, el 35% está asociado a la producción energética, el 24% a la agricultura y sector forestal, el 21% a la industria, el 14% al transporte y el 6% a la edificación. Atendiendo al consumo energético final, la industria eleva su participación al 31% y la edificación al 19%. El incremento del uso del carbón entre 2000 y 2010 ha roto la tendencia a la reducción de emisiones asociadas a la mejora de la eficiencia energética. Y es importante señalar que, sin medidas adicionales, y con las pautas actuales de evolución de la población y de la actividad económica, el resultado será un incremento de temperatura para final de siglo de entre 2,5ºC y 7,8ºC, con valores más probables situados entre 3,7 y 4,8ºC.

Lo malo de las anteriores previsiones es que se estima que por encima de los 2ºC los riesgos para la población, los ecosistemas y la propia estabilidad climática presentan zonas de grave y preocupante incertidumbre, no exentas de posibles Escenarios catastróficos en términos de graves pérdidas de vidas humanas. No obstante, el IPCC presenta una visión “esperanzadora”, pero poco probable en opinión de muchos expertos, sobre que “con una amplia gama de medidas tecnológicas y cambios de comportamiento sería posible limitar el aumento de la temperatura media global a 2ºC, asegurando niveles de concentración de CO2eq en la atmósfera que deben estar por debajo de 500 ppm para tener más probabilidades de que dicho incremento de temperatura se mantenga que de que no. Estudian para ello hasta 900 Escenarios de mitigación. Señalan que mantener la concentración por debajo de 450 ppm implica cambios muy fuertes en la producción y consumo energético (mejora de la eficiencia energética, renovables, captura de emisiones de CO2 de las energías fósiles y de la bioenergía y uso de la energía nuclear) y en el uso del suelo (mayor forestación, usos del suelo propiciatorios de la captura de CO2, planificación territorial y urbana que conlleve fuertes reducciones de consumos energéticos, materiales y emisiones) que mantuvieran las emisiones en 2050 entre un 40 y un 70% por debajo de las de 2010, y fueran prácticamente nulas en 2100. Sin embargo, solo un cambio institucional y tecnológico muy importante haría que hubiera más del 50% de probabilidades de que el calentamiento global no superara ese umbral.”

De hecho, el IPCC reconoce que los 2ºC de calentamiento medio global son prácticamente inevitables, lo que tiene muy graves consecuencias en todos los sentidos y les lleva a destacar que “no podemos seguir con el status quo”, ya que “limitar el aumento de la temperatura media global a 2ºC implica rebajar las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, con respecto a las de 2010, entre un 40% y un 70% para mediados de siglo y hacerlas casi desaparecer para finales del presente siglo. Y, lo que es más grave aún, señalan que los compromisos de Cancún no garantizan, sino más bien al contrario, el objetivo de mantener la concentración por debajo de los valores que hacen probable que la temperatura se incremente en menos de 2ºC; y, de hecho, estiman que lo más probable es que esos compromisos lleven a incrementos de temperatura del orden de 3ºC. Y especifican que cuanto más se tarde en iniciar el proceso significativo de reducción de emisiones, más difícil y poco probable será la viabilidad de los 2ºC para 2100; de modo que si no se han adoptado medidas que reduzcan las emisiones para 2030 a niveles inferiores a 55 GtCO2eq, las probabilidades de alcanzar ese objetivo son muy pequeñas.

Llegados a este punto, y como antes señalaba, es importante considerar los trabajos de numerosos grupos científicos que cuestionan que las medidas demitigación y adaptación propuestas por el IPCC sean ya suficientes para lograr con probabilidades creíbles Escenarios futuros de limitación a 2ºC del calentamiento global. Y ello porque se cuestiona la hipótesis central del IPCC de que, a partir de cierto nivel de concentración de CO2eq en la atmósfera, el calentamiento climático siga siendo un proceso lineal, gradual y controlable. Y más bien defienden que crece la probabilidad de que se sobrepasen umbrales de cambio cualitativo (puntos de no retorno o “tipping points”, en la nueva conceptualización al uso) que pueden dar lugar a cambios irreversibles en el clima del planeta (cambios en las corrientes del Golfo, deshielo completo de Groenlandia o de los polos, la liberación del metano congelado en el Ártico, etc.) cuyas consecuencias no serían, por ejemplo, el previsto por el IPCC metro de incremento del nivel del mar hacia 2100, sino cantidades que podrían llegar a multiplicar por 25 esta cifra en periodos mucho más cortos. Pero no sería esa sólo la principal consecuencia, sino que éstas se centrarían en una evolución de las condiciones ambientales hacia situaciones no compatibles con la habitabilidad de la población en la mayoría del planeta, lo que implicaría riesgos evidentes de grandes catástrofes y guerras, con el resultado de una tremenda mortalidad para la inmensa mayoría de la población.

Estos Escenarios no son explícitamente recogidos por el IPCC, pero si se encuentran implícitamente citados en algunos de sus documentos y reflexiones, aunque no entren entre el acervo de los considerados para señalar las medidas de adaptación y mitigación necesarias, porque todavía confían en que los Gobiernos serán capaces de reaccionar antes de llegar a esas situaciones de “no retorno”. Lo que, como señalan, exige importantes y voluminosas inversiones para avanzar en las medidas necesarias; lo que se compadece poco con la voluntad práctica de ejecución de las mismas por los Gobiernos e intereses dominantes actuales. Es ilustrativo comparar lo que señalan, por ejemplo, respecto a las emisiones en la producción de electricidad y las políticas necesarias (mix eléctrico necesario) y su contraste con la evolución de las políticas energéticas en la Unión Europea y, en particular, en España. De hecho, hay un acuerdo muy fuerte entre las medidas que propone el IPCC y el contenido de la “Hoja de Ruta Europea al 2050 para una Economía descarbonizada”, a la que nos hemos referido en otros artículos; pero esta Hoja de Ruta ha ido olvidándose progresivamente en las políticas de la propia Unión Europea y, por supuesto, de países como España.

El principal problema a este respecto es que a los beneficiarios del actual sistema económico global no les interesa cuestionar el modelo y no se sienten afectados por el calentamiento global ni dejan que los Gobiernos vayan más allá de lo que pueda afectar a sus intereses. Actuar de manera coherente ante un proceso de calentamiento ya consolidado, y sus consecuencias, es inviable bajo la actual percepción y alienación social por la sociedad de consumo; y bajo el dominio capitalista y de los intereses financiero-especulativos dominantes. Y, en mi opinión, estos son los factores fundamentales sobre los que habría que actuar y habría que cambiar, sin muchas esperanzas de que tales hechos se produzcan.

En muchas ocasiones me he referido en esta sección a los retos del “Cambio Global” que afectan a la sociedad actual y al conjunto del Planeta, y a sus distintas componentes socioeconómicas, ambientales y territoriales. También en muchas ocasiones me he referido a la gravedad de los procesos de calentamiento global para la sostenibilidad del desarrollo. Pero, tras los distintos Informes científicos que se van publicando desde el verano del 2013, ya no se trata sólo de hacer un llamamiento a la necesidad de informar y concienciar a la población del Planeta, para obligar a que los Gobiernos tomen las medidas necesarias para evitar llegar a situaciones irreversibles que pongan en cuestión la posibilidad de un desarrollo sostenible, sino de dejar claro que son las propias posibilidades de supervivencia de una gran parte de la población del Planeta la que empieza a estar en cuestión.