Las pasadas elecciones en los Ayuntamientos y CCAA han confirmado el triunfo de la izquierda y, como consecuencia, el fracaso del Partido Popular (PP), tanto en términos cuantitativos como cualitativos: pierde 2.418.371 (28,53%) votos sobre las anteriores elecciones municipales y 2.029.064 (34,29%) en las CCAA y, previsiblemente, las capitales más importantes (Madrid, Valencia, Sevilla, Zaragoza, Valladolid…), además de las Comunidades Autónomas del País Valenciano, Extremadura, Aragón, Castilla La Mancha, Baleares… El PP ha sido víctima de sus propias y brutales políticas de austeridad, del desempleo, del desplome salarial, de los escándalos de corrupción organizada y de la arrogancia y el desprecio más absoluto a la ciudadanía al amparo de su mayoría absoluta.

 En el seno de la izquierda triunfa el PSOE, a pesar de perder 671.491 (10,70%) votos en las municipales y 594.593 (15,84%) en las CCAA y obtener muy malos resultados en los Ayuntamientos de Madrid y de Barcelona. Sin embargo, el resultado, particularmente adverso del PP, ha fortalecido el poder institucional del PSOE que puede recuperar varias CCAA: Extremadura, Castilla La Mancha, Aragón, Baleares, Comunidad Valenciana… y diversos Ayuntamientos de importancia por el apoyo de otras formaciones políticas en el proceso de investidura.

En todo caso, lo más notable de lo ocurrido en el seno de la izquierda es que el PSOE mantiene el primer puesto y que el avance de Podemos se ha frenado -aparentemente- ante las dificultades encontradas para presentar candidaturas en todos los Ayuntamientos, al margen de los buenos resultados cosechados en Madrid, Barcelona y Galicia, formando parte de diversas Uniones Electorales (Unidad Popular, Mareas Gallegas…). A ello también ha contribuido de manera notable el desplome global de IU (sumido en graves problemas internos de difícil comprensión) y, en menor medida, de UPYD, que se convierte con estos resultados en un partido irrelevante.

En definitiva, a pesar de las encuestas, muchas de ellas interesadas, el bipartidismo ha sufrido un fuerte golpe; sin embargo, permanece vivo y todavía resulta mayoritario (52,07% de los votos) en los Ayuntamientos. Podemos y Ciudadanos, a pesar de sus buenos resultados, no han cubierto las expectativas que les equiparaban al PP y PSOE y daban por hecho que iban a recoger el voto de los indecisos, de la abstención y de los indignados. Seguramente, mucho ha tenido que ver en ello la falta de programas y proyectos creíbles y la inseguridad e incertidumbre que generan (todavía) las nuevas formaciones políticas.

En la actualidad, la pregunta que se hacen todas las formaciones políticas es: ¿Qué hacer, ante la proximidad de las elecciones generales? De hecho ya ha comenzado la precampaña de las elecciones generales (llamadas a ser históricas), que van a estar muy marcadas por la demanda de cambio y de regeneración democrática de los ciudadanos.

Los resultados de las elecciones municipales y de CCAA -y los nuevos casos de corrupción, de deserciones y críticas pidiendo la refundación del partido- han confirmado que el PP puede perder próximamente el Gobierno de la nación. También han demostrado que la pugna por ocupar la primacía en la izquierda entre el PSOE y Podemos va a continuar, puesto que Podemos, en este caso, no tendrá dificultades para presentarse en todas las circunscripciones electorales de ámbito provincial con sus propias siglas. En este sentido, el resultado dentro de la izquierda es clave y fundamental, porque, previsiblemente y con la actual relación de fuerzas, el ganador será llamado a presidir el Gobierno de la Nación ante la dificultad del PP para obtener apoyos suficientes y formar coaliciones (como se está demostrando en la actualidad), incluso dando por hecho que contará con el apoyo de Ciudadanos, que ha demostrado también sus carencias y limitaciones en estas elecciones.

En este contexto, ¿podrá el PSOE revalidar su primacía en la izquierda? ¿Cuáles deberían ser los primeros pasos para conseguirlo? De entrada debe actuar con sentido de Estado de aquí al día 13 de junio, que es cuando deben estar constituidos los Ayuntamientos y muy avanzadas las conversaciones para garantizar la gobernabilidad de las CCAA. Si el PSOE ha sido el partido más votado, o el segundo después del PP, debe intentar, en primera instancia, presidir gobiernos o ayuntamientos contando con el apoyo de Podemos a su investidura y, en algún caso esporádico, de Ciudadanos, pero nunca del PP. Posteriormente, y en el ejercicio de gobierno, se producirán acuerdos puntuales entre los partidos políticos, a la espera de que se celebren las elecciones generales lo que, sin lugar a dudas, abrirán un nuevo escenario político y una nueva relación de fuerzas que pueden dar paso a acuerdos más estables y de contenido. En los casos en que el PSOE sea el tercer partido -o se encuentre incluso más retrasado- debe propiciar la gobernabilidad de los ayuntamientos y CCAA, bien a través de la abstención o, en su caso, del voto favorable a la formación progresista más votada, sin que ello signifique asumir en estos momentos compromisos de gobierno como socio minoritario (caso Ayuntamiento de Madrid). No caben otras alternativas y menos las extravagantes y populistas sugeridas por Esperanza Aguirre y sectores radicalizados del PP, que se resisten a perder poder poniendo en grave riesgo la democracia y desprestigiando, con sus propuestas aberrantes e inasumibles, a los partidos de izquierda de cara a las elecciones generales.

Lo segundo que debe hacer el PSOE antes del verano es cerrar definitivamente el nombramiento de su candidato por el procedimiento de Primarias. Paralelamente debe intentar cerrar el problema abierto en Madrid buscando acuerdos y consensos que doten al Partido Socialista Madrileño de una dirección elegida por los afiliados en un congreso extraordinario. Sobran, en este sentido, comportamientos tácticos, miedos y frenos a la democracia que no son aceptables en la actualidad.

Por otra parte, debe buscar soluciones específicas y diferenciadas a los problemas que se han puesto de manifiesto en Cataluña y, en menor medida, en el País Vasco. Desde luego, un partido con aspiraciones de gobierno tiene que tener una mayor presencia en Cataluña que la que tiene en estos momentos el PSOE.

En tercer lugar, el PSOE debe asumir que ha perdido la calle y la capacidad de movilizarse y, sobre todo, que ha perdido en buena medida su relación con el tejido social, con los jóvenes y con los indignados en general. Por eso, hay que abrir las Casas del Pueblo a la ciudadanía y propiciar que el partido esté presente en las movilizaciones ciudadanas, en las mareas y en las redes sociales. El impulso a la participación democrática debe fomentar la presencia de los jóvenes (el PSOE se ha convertido en un partido envejecido: crisis generacional y desaparición de las Juventudes Socialistas) en los órganos de dirección del partido, la recuperación de la credibilidad perdida y la ilusión de la gente progresista, de los intelectuales y del mundo de la cultura.

En cuarto lugar, debe reafirmar su discurso socialdemócrata y garantizar que va a cumplir sus compromisos programáticos. Compromisos y pactos con los ciudadanos contra la desigualdad, la lucha contra la pobreza, la regeneración democrática, la defensa de los servicios públicos, una protección social suficiente para evitar la exclusión y los desahucios y, finalmente, una decidida lucha contra el fraude fiscal y la economía sumergida. De manera particular y prioritaria el PSOE debe abordar el desempleo, la precariedad de nuestro mercado de trabajo (derogar la reforma laboral, atacar la temporalidad y fortalecer la negociación colectiva), propiciar el incremento de salarios (y el reparto de los beneficios que se generan por el aumento de la productividad) y el cambio de nuestro modelo productivo. Las intolerables y escandalosas cifras de desempleo y de pobreza y la exigencia de construir una sociedad más justa, más moderna y competitiva así lo demandan.

Con estas ideas se han ganado y se pueden ganar unas elecciones generales; entre otras cosas, porque comprometen y movilizan más a la izquierda sociológica y a los jóvenes, sin necesidad de recurrir a políticas de centro (siempre acomodaticias) que nunca generan ilusión en el electorado. Sólo falta un partido fuerte que las defienda y las explique a todos los niveles, desde el respeto a la democracia, la participación y la ética política: no se puede decir hoy una cosa y mañana todo lo contrario como viene ocurriendo en nuestro país desde hace años. No debemos olvidar que, incluso, desde la socialdemocracia se han defendido duras políticas de ajuste que destruyeron empleo, aumentaron la precariedad, redujeron la protección social, deterioraron los servicios públicos y propiciaron el desarme fiscal. Para justificar estas políticas observamos en su día verdaderos equilibrios dialécticos que produjeron vergüenza y sonrojo y, además, pusieron en entredicho la ética y la honradez política de muchos de sus dirigentes, lo que terminó por reducir considerablemente su propia credibilidad, además de fomentar la indignación y, posteriormente, facilitar el 15-M y Podemos.

En definitiva, el PSOE debe activar con urgencia el comité de campaña para preparar su estrategia electoral, elaborar un programa de gobierno y un discurso que recoja la demanda ciudadana. Mientras tanto debe responder a los problemas que puedan suscitarse en los próximos meses (Gobierno en la sombra hasta las próximas elecciones) y, sobre todo, movilizar a las agrupaciones, Casas del Pueblo, militantes y simpatizantes en general con el propósito de impulsar su activismo en el tejido social.

Podemos y las Mareas han demostrado que se puede hacer una campaña eficaz con muy poco dinero si se genera ilusión en la militancia, se moraliza la vida política y se impulsan políticas contra la pobreza y la desigualdad social. En este sentido, el PSOE debe comenzar por recordar su historia y recuperar el Pablismo (que conserva plena actualidad) y lo que esto significa en la actualidad: honradez, austeridad, ética, militancia y defensa de las ideas y postulados de siempre. No debemos olvidar que continúa, con mayor fuerza si cabe, la terrible explotación del hombre por el hombre que muchos, desgraciadamente, aceptan, toleran y fomentan. En definitiva, se trata de aspirar a una nueva política que haga posible una sociedad de hombres libres, iguales, honrados e inteligentes. Está en nuestras manos el conseguirlo…