Incluso, si viviera, no es probable que se hubiera llegado a la situación en la que el juez Garzón hubiera solicitado su certificado de defunción. Y, sin embargo, lo ha hecho. ¿Por qué?
Caben varias respuestas: o bien el Sr. Garzón duda de su muerte. Que no creo. O bien el Sr. Garzón ha querido gastar una broma. Que tampoco lo creo. O, lo que es más probable, que para el procedimiento judicial que ha abierto el juez sea preciso acreditar que Franco ha muerto mediante la emisión, transmisión y recepción de un papel específico donde lo diga. Y, mucho me temo que, el tal papel, deba ser el original. No creo que valga ni una copia compulsada.
Si ello fuera así, no es la lentitud del proceso abierto por el Sr. Garzón lo que me preocupa. Al fin y al cabo, después de setenta años desde que transcurrieron los hechos juzgados, unos pocos años más o menos tienen una importancia relativa.
No. Lo que me preocupa es que, si en la tramitación de los planes gubernamentales para salvar el sistema financiero internacional van a intervenir muchos funcionarios como el Sr. Garzón, y esos funcionarios tienen que aplicar normas tan prácticas como la ya citada, al sistema no hay quien lo salve. Es mejor que vayan preparando su certificado de defunción.