Los problemas europeos no se arreglarán con paños calientes. El problema de la deuda europea es similar a las crisis tradicionales de divisas que siempre acaban con devaluaciones o con reestructuraciones de deuda más o menos controladas o con las dos.

En el caso del Euro hay dos posibilidades de que los “mercados” se calmen: o bien se llega a un acuerdo con los tenedores de deuda para que acepten una reestructuración de algún tipo (reducción de principal, intereses, alargamiento del plazo de pago, etc.) o bien el Banco Central Europeo con su capacidad infinita de crear dinero interviene comprando deuda soberana masivamente. Cabe la tercera opción de que el Euro se deshaga bien porque Alemania dice adiós o porque se produzca una congelación total de los mercados de deuda al estilo de Lehman Brothers, pero peor. Algo esto último tan inconcebible que ni se quiere pensar en ello. La realidad es que los que jugaron a aprendices de brujo cuando crearon el Euro no saben como deshacerlo de una forma ordenada.

Desde el punto de vista de España, aunque las aguas se calmasen y volviesen a su curso y aunque fuese fácil el financiar nuestra deuda a tipos de interese razonables y aunque se hubiese llegado de forma mágica al 3% del PIB de déficit público en el 2013 no habríamos hecho absolutamente nada para empezar a resolver el principal problema que nos aqueja.

El problema de España es un paro del 21%, un déficit de comercio exterior de más del 5% del PIB (el más alto de todas las naciones occidentales), un PIB estancado y sin ningún motor que pueda impulsar el crecimiento sino es el sector exterior. Un sector exterior que en vez de estar contribuyendo de forma potente al crecimiento, está contribuyendo negativamente, con un déficit comercial que está creciendo suavemente pero de forma continuada. En estas condiciones la solución tradicional es una devaluación, pero esto nos está vedado por la pertenencia al Euro.

La alternativa que nos vende Europa es la llamada “devaluación interna”, reducir salarios como medio de aumentar nuestra competitividad. La opinión de Stiglitz, premio Nobel de economía, es que esto es ciencia ficción, sin entrar en el tema de la redistribución perversa de renta que la reducción de salarios implica. La opinión de Krugman en su artículo reciente titulado The Spanish Prisoner es que el tratar de ganar competitividad sin la posibilidad de devaluación requiere una fuerte bajada en el nivel general de precios, no solo de los salarios, es decir deflación, algo contra lo que se trataría de luchar por todos los medios por los enormes problemas que crea en la economía.

Por desgracia en el caso de deflación, España está sin herramientas para luchar contra ella al no poder controlar su política monetaria. No sería de extrañar que España estuviese aquejada de deflación y que el Banco Central Europeo estuviese practicando una política monetaria restrictiva que podría necesitar Alemania.

La realidad es que España es una prisionera del Euro y que debido a ello estamos sin herramientas de política económica para tratar de poner solución a nuestro problema principal que es el paro. Dejo aparte el hecho de que nuestra política monetaria, administrada por el Banco Central Europeo, es la que conviene a Alemania o que Europa no va a hacer nada en el tema de la manipulación de la moneda China porque el mercado en el que las exportaciones alemanas están creciendo con más fuerza es precisamente ese, China.