No es la primera vez que El Roto afronta los problemas ambientales en sus viñetas, ni la primera vez que se destacan las aportaciones de creadores como el Roto, o Forges, a la problemática ambiental. Ha pasado algo más de un mes desde que Greenpeace reconociera la labor de Forges por el medio ambiente, dándole el premio Artemio Precioso de la organización. Organización que, incomprensiblemente, se ve sometida a multas cada vez de mayores importes, y a juicios con peticiones de prisión que superan los dos años, lo que contrasta con las correspondientes penas a los corruptos de guante blanco, en gran parte responsables de la delicada situación de este país.
Tanto la Constitución española (artículo 45) como el derecho internacional consagran el deber de conservar el Medio Ambiente y el derecho de la ciudadanía a disfrutar de unMedio Ambiente que contribuya a mejorar su salud y su bienestar; amén de la obligación de preservar y acrecentar nuestro patrimonio territorial (natural y cultural) que se supone a todo Gobierno preocupado por el interés general de los que habitan en su país.
La colaboración de Greenpeace en el logro de este objetivo queda fuera de toda duda. El intento de acallarla y relegarla a las prisiones no es precisamente una política coherente con la defensa pacífica de un medio ambiente compatible con nuestros principios constitucionales, por mucho que sus acciones puedan contravenir principios legales que, si sustentan acciones que afectan a la viabilidad ambiental del Planeta y a la salud de sus ciudadanos, deberían ser estos los puestos en revisión.
Como hemos señalado en otras ocasiones, el actual Gobierno español está cambiando las leyes en direcciones manifiestamente contrarias a lo establecido en el señalado artículo 45 de la Constitución española (ley de costas, ley de parques nacionales, ley de impacto ambiental, prolongación de la vida de las nucleares, etc.) incluso por la vía de criminalizar la protesta pacífica, con modificaciones legislativas (la denominada ley mordaza por la oposición) de difícil soporte Constitucional.
Por otro lado, no parece importarle mucho al Gobierno firmar acuerdos internacionales que vulnera de forma fragante en sus políticas cotidianas. Y algunas de estas políticas pueden llegar a tener consecuencias que nos ligan al título de este artículo, no ya por la vía de la inacción (política frecuente en la inmensa mayoría de los países del paneta) sino por la vía del agravamiento de las tensiones que inciden sobre la insostenibilidad de la vida sobre el Planeta a largo plazo.
Ya hemos señalado en otras ocasiones que el peligro del Calentamiento Global y sus consecuencias sobre el Cambio Climático es, sin lugar a dudas, el riesgo más inminente con que se encuentra la Humanidad sobre el Planeta. El Informe de Síntesis presentado por el IPCC el 1 de noviembre de 2014, resume con precisión los riesgos que este proceso puede significar para una Humanidad en crecimiento poblacional, y con emisiones asociadas crecientes. Si durante la historia de la Humanidad, hasta el siglo XIX, las concentraciones de CO2 en la atmósfera se habían mantenido en niveles del orden de 280 ppm, en la actualidad dichos niveles –directamente ligados con el incremento de temperaturas y con las perturbaciones climáticas en el Planeta- se encuentran por encima de 400 ppm y creciendo. Niveles que se alcanzan en el Planeta por primera vez en millones de años y cuyas consecuencias, por lo tanto, sólo podemos estimar con el uso de complejos modelos, que nos llevan a una gama muy amplia de Escenarios futuros.
En muchos de estos, la posibilidad de granes catástrofes, de fuertes migraciones y de graves conflictos entre estados (por problemas climáticos o asociados a los recursos hídricos y costeros) ya no se sitúan en el horizonte de finales del siglo XXI, sino progresivamente más cercanos en el tiempo, si no se modifica radicalmente la evolución seguida en este último siglo. Pero las posibilidades de que tal cambio se produzca de forma consciente y planificada son nulas. Y más bien predomina la creencia de que sólo se va a responder a saltos de catástrofes, y al coste de muchas vidas humanas.
Pero ésta no es la única amenaza que nos muestran, en distintos ámbitos y tribunas, los seguidoresde lo que fueron las llamadas del Club de Roma en la década de los setenta del siglo pasado, cuyos continuadores nos advierten que los pronósticos del Modelo World3 –la última aproximación realizada por los investigadores asociados al citado Club de Roma- se están comportando dentro de los márgenes previstos en dicho modelo hace más de cuarenta años.
Así, una reciente publicación del investigador australiano Graham Turner, o los trabajos ya clásicos de Ugo Bardi, muestran hasta qué punto el Escenario Base o tendencial (business as usual-BAU) de la citada formulación asociada al ya clásico informe “Los límites del crecimiento”, ha sido capaz de prever, con bastante exactitud, la evolución real de las dinámicas mundiales en las variables básicas consideradas.Y muestra, en paralelo, cómo la continuación de estas dinámicas, llevaría, según estos modelos y en el cercano entorno de 2030, al colapso social, económico y ambiental.
Las razones que sustentan la modelización que nos conduce a ese colapso están asociadas a los “rendimientos decrecientes” de las inversiones, a la fuertísima caída de las tasas de crecimiento socioeconómico en el ámbito industrial, a partir de 2015, y a la acumulación de problemas socio-ecológicos como consecuencia “del desbordamiento de los límites de biocapacidad del planeta”.
Porque no se trata sólo de la problemática asociada al Calentamiento Global/Cambio Climático y a sus posibles nefastas consecuencias, sino que, en paralelo, el continuo incremento de población y de su nivel de consumo, están incrementando exponencialmente la presión sobre los el patrimonio natural, la biodiversidad, los ecosistemas y los ciclos de vida del planeta, con crecientes limitaciones –y previsibles alzas de precio estructurales, al margen de situaciones coyunturales- en el acceso a múltiples recursos materiales y energéticos.
Los más radicales de los que muchos llaman “catastrofistas” señalan que “el colapso del modelo de crecimiento actual y los riesgos asociados para la Humanidad está cercano; y que no será económico, sino ambiental”. Y sus afirmaciones las basan en principios físicos elementales de la termodinámica (en particular, el segundo principio). Si los recursos materiales del Planeta son necesariamente finitos, y si continúa el crecimiento exponencial del consumo, aunque el desarrollo científico-tecnológico sea capaz de duplicar las reservas energéticas y materiales, éstas alcanzarían -en menos de 25 años, en el mejor de los casos-el máximo posible de explotación; e iniciarían una caída en su producción y, mucho antes, un alza en su precio, que estaría en la base de los conflictos que originarían una progresiva reducción de la población sobre el Planeta. Como se resolvieran estos conflictos marcaría la dinámica final de la evolución de la población sobre el Planeta.
Las conclusiones coinciden en muchos aspectos, desde las posiciones más extremas del “catastrofismo” (denominado así en busca de su desprestigio, aunque en nada anula esta calificación su desgraciada viabilidad científica, como Escenario posible bajo los supuestos asumidos por los Informes del Club de Roma) a las más esperanzadoras de las propuestas socialdemócratas, defensoras de un desarrollo ambientalmente sostenible, socioeconómicamente cohesionado y territorialmente equilibrado:la sociedad de consumo y el capitalismo actual, son incompatibles con una población creciente con niveles de buen vivir homogéneos entre sus ciudadanos.
Medidas imprescindibles, como una gestión racionalizada de los recursos del planeta desde una perspectiva global y centrada en el interés general, son incompatibles con el principio del beneficio individual y de la libre empresa; o con la “sociedad de consumo” como referente básico del empleo y de la actividad económica. La imposición de la mejora continua en la eficiencia en el uso y consumo de los recursos, debe ser un principio básico que sí puede y debe usar los mecanismos del mercado en su función de asignación básica de recursos, pero no bajo el principio de la apropiación individual del excedente generado, sino en base a la penalización de las ineficiencias demostradas.
El alargamiento de los ciclos de vida de los productos, la reutilización y reciclado sistemático de materiales utilizados o mercancías consumidas, son principios básicos que ponen en cuestión las bases de la sociedad de consumo capitalista actual. Y son principios imprescindibles, aunque no corrigen totalmente los procesos de deterioro del Patrimonio existente, asociados al segundo principio de la termodinámica, que muestra que en cada ciclo de lo que se ha dado en llamar Economía Circular, perdemos parte de la esencia o de la energía existente al principio del ciclo.
¿Puede ayudar la tecnología a evitar el colapso social y, coincidiendo con los cambios sociales necesarios, a superar la sociedad de consumo capitalista actual? Para los más optimistas la respuesta es positiva. Para los más pesimistas la actual correlación de fuerzas y el tremendo poder social, mediático, económico y político de las multinacionales y del capital financiero-especulativo, hacen prácticamente imposible la corrección del rumbo. Para la inmensa mayoría de la población, el problema no existe porque lo desconoce. Y cuando empiece a conocerlo, porque sufra sus consecuencias, seguramente será demasiado tarde para imponer las soluciones que hubieran podido prever y corregir sus peores efectos.
Porque, aunque la labor de todo político, al igual que sucede con los que nos dedicamos a la planificación, sea prever los Escenarios futuros posibles, evitando que nos acerquemos a los más desfavorables, y procurando sesgar los procesos hacia los Escenarios más deseables, eso no es así en la práctica política actual. La tremenda aceleración de todos los procesos que ha implicado internet y el desarrollo explosivo de las telecomunicaciones; el tremendo poder y capital concentrado en muy pocas manos, junto a sus intereses cortoplacistas; y una población alienada y crecientemente preocupada por la supervivencia cotidiana, dejan pocas esperanzas al cambio de rumbo.
Y volvamos al genial “El Roto” y a su propuesta de solución para la crisis, en una de sus viñetas más aclaradoras de las contradicciones de una sociedad, que debe urgentemente poner en cuestión sus principios, si no quiere poner en cuestión inevitablemente su futuro. Decía El Roto: “La solución a la crisis es sencillísima: sólo hay que consumir más para reactivar la economía, y consumir menos para no cargarnos el planeta”. Frase que requiere una matización. No es el Planeta el que está en riesgo, sino la supervivencia de la Humanidad sobre el mismo.