La decisión de Mahmud Abbas de llevar el asunto a las Naciones Unidas, sin embargo, ha generado todo un escándalo internacional, un “tsunami político” en palabras de Ehud Barak, Ministro israelí de Defensa; sorprende su tratamiento temeroso en personalidades tan opuestas como el Presidente Obama y el Primer Ministro Netanyahu ante lo que finalmente no ha sido sino asistir a otra consecuencia más de la Primavera Árabe, también al proceso de llamar las cosas por su nombre, de rendirse a la evidencia y de asumir ese clamor mayoritario a favor del Estado Palestino que se registra entre los países miembros de las Naciones Unidas; y, en fin, por la necesidad de resolver de una vez el problema más grave de Oriente Medio y el mundo árabe.

Mantener a los palestinos en su condición de refugiados, parias y exiliados, inflingirles indecibles humillaciones y sufrimientos, por desgracia se había convertido en una situación conocida y aceptada en secreto, con márgenes tolerados de brutalidad y terrorismo, todo ello a costa de la seguridad y de los derechos humanos de los palestinos, pero también de los israelíes. Tal situación no debe mantenerse por más tiempo, por su misma injusticia pero también por los graves riesgos que su dramatismo sangriento acarrea para la paz y la seguridad internacionales. Deben restablecerse las líneas fronterizas de 1967, compartir palestinos e israelíes Jerusalén como capital, resolverse de alguna manera el problema de los refugiados palestinos, etc.

Nada de esto es nuevo, pero nada se resolverá si Palestina no goza de la consideración de Estado; al oponerse Israel continúa en la pendiente de la descalificación y la deslegitimación internacionales por la que ahora se desliza. La pretensión palestina, legítima y mayoritariamente aceptada por el elenco de países que se agrupan en las Naciones Unidsas, contribuirá igualmente a denunciar ese cinismo por el cual se hacía la vista gorda ante ese espectáculo tan conocido durante años de negociar sin negociar, de marear la perdiz, mientras se continuaba de manera ilegal y fragante con la ocupación militar y la construcción de asentamientos en la Cisjordania ocupada. Algo así como esas dos personas que discuten como repartirse la tortilla de patatas, mientras una de ellas no para de comerla.