Los retos de la descolonización superados entramos en una mundialización, nueva forma económica de ocupación global del Planeta, cuyo signo político o social todavía se discute. ¿Es una forma de progreso de la humanidad o una nuevo imperialismo capitalista avasallador liderado por las multinacionales? Pero a pesar de repetidas denuncias y de avisos concretos la mundialización encubría sin reparos las peligrosas maniobras de un capitalismo financiero sin adversarios.
Los socialistas europeos hemos avanzado, con otros, en este proyecto europeo. Nuestro internacionalismo ideológico se encontraba a gusto en él y sus primeros pasos eran prometedores. Nos alegramos con razón de la caída de la dictadura soviética y del muro de Berlín que inauguraba una época de paz universal y de ampliación de la libertad en nuestro continente. Los progresos conseguidos tanto en las libertades como en el progreso social nos habían hecho bajar la guardia. La derecha liberal se sobreponía a la democracia cristiana y al caer el telón de acero se alejó definitivamente para el capitalismo la amenaza comunista. De la noche a la mañana los socialdemócratas, aceptados aliados en su papel de contrafuego resultaban ser un obstáculo al desarrollo de un capitalismo cada vez más egoísta, financiero y poco emprendedor. Nosotros que tratábamos a diario de inventar una adaptación de nuestros ideales a la realidad económica de una civilización que galopaba por el mundo de la tecnología, de la informática y de la información nos vimos de repente en situación defensiva. Uno tras otro los logros sociales de un siglo de lucha eran cuestionados, discutidos, recortados o crudamente suprimidos. Los avances de la economía que habían creado un tipo de ciudadano europeo de clase media lo iban proletarizando, precarizando, acentuando las desigualdades sociales que tanto costó disminuir. La crisis actual acelera hoy esa regresión social que ya antes existía. La amenaza mayor son las consecuencias que los poderes económicos pueden inventarse, aprovechándola. Nuestro modelo europeo económico, social y cultural esta peligrando. La mundialización lleva camino de transformarse en deslocalización sistemática de áreas completas de la industria del mundo occidental, como ocurre actualmente con China, sin contrapartidas, creando focos económicos muy alejados de cualquier control democrático. El empleo que hoy se destruye en Europa ¿cómo se restablecerá en un futuro próximo? Hoy emigran de Europa cerebros formados y acude a ella una mano de obra sin cualificación, avasallada por el hambre. Esta situación amenazadora es muy propicia a reflejos nocivos de proteccionismo económico, de populismo político. Podemos así volver a situaciones que pensábamos definitivamente postergadas. Pero para afrontar los unos y los otros hay que ofrecer ideas e ilusión. No faltan las declaraciones de Jefes de Estado afirmando que las soluciones son europeas y no nacionales, y quien más vacío de proposiciones está es el señor Barroso.
Hace años que desde la Comisión Europea o del Consejo de Ministros no llega ningún mensaje esperanzador, ninguna proposición de porvenir. Europa no avanza. Los últimos años han sido en este aspecto muy desoladores. Las recientes elecciones han enviado un mensaje muy duro, no sólo a los socialistas, sino a todos los fervientes partidarios de Europa. Como primera respuestas nos encontramos con la unánime proposición de revalidar a Barroso ¡como Presidente de la Comisión! Se pueden encontrar argumentos políticos maniobreros para justificar tal unanimidad. Pero, ¿quién puede estimar que esto corresponde a las necesidades actuales? Ni el Consejo de Ministros se lo cree, él que encargó a una Comisión presidida por Felipe González para despejar el porvenir europeo, síntoma de la confianza que tienen en el actual Presidente de la Comisión. De seguir por el mismo camino, de poco servirá tener un Presidente de Europa. Basta con repasar los candidatos que se evocan para convencerse de ello. Me temo que no será ni un Monnet, ni un Shuman, ni un Delors, ni un Kohl, ni un González. Es lastimoso pensar que las izquierdas no han podido (o querido) encontrar un candidato, por inexistentes que fuesen las posibilidades de su elección. Los socialistas europeos hemos adoptado un proyecto común previo a las elecciones. Si somos sinceros, por sencilla lógica política, deberíamos, desde una oposición seria, defenderlo por voz de nuestro candidato. Es la norma dentro de nuestras fronteras nacionales, por qué olvidarlo cuando se trata de Europa nuestro porvenir.